De la hamaca a la mesa de parto
En algo coinciden los especialistas: dar de luz acostada es la peor postura para la madre.
En la antigüedad, las mujeres mayas y de otras áreas de Mesoamérica parían en cuclillas o en posturas semi/verticales (de pie, de rodillas, semisentadas), ya sea que dieran a luz solas o con la ayuda de una partera o familiar. La iconografía prehispánica, las crónicas de la conquista y colonia y la etnografía contemporánea están repletas de esos ejemplos.
Los especialistas estiman cerca de treinta posturas semi/verticales para un parto más humanizado. También coinciden en que la peor postura es tumbada sobre la espalda en la mesa de parto, desarrollada para comodidad del médico, pues no atiende la fuerza de gravedad, el flujo de sangre a la criatura y la flexibilidad de la estructura de la pelvis.
La introducción de la hamaca a fines del periodo colonial a la península yucateca vino a sumar una forma más para dar a luz; tanto, que llegó a ser la más socorrida hasta mediados del siglo XX entre mayas y yucatecos, mientras que las otras posturas se fueron abandonando o se siguieron usando en casos excepcionales, cuando es pedido por la parturienta.
La hamaca, colgada en forma de U, ofrece diversas ventajas que favorecen tanto a la parturienta como a la partera y al nené: es muy flexible, se ajusta al cuerpo, la mujer puede acomodarse o adoptar diferentes posturas que ayudan a controlar el dolor. Puede sujetarse de los brazos de la hamaca o apoyarse de los extremos con los piernas extendidas, amén de que otra persona puede auxiliarla colocándose por detrás y sujetarla por debajo de las axilas para que pueda pujar con más fuerza. Además, la partera puede hacer mejor su trabajo y el bebé tiene menos, o nulas probabilidades de lastimarse al nacer.
Con el advenimiento y expansión de la medicina alópata, iniciada en la década de los setenta del siglo XX, y la sustitución paulatina de la atención del parto en la casa por el hospital –y de la partera por el médico– se fue perdiendo la posición natural y se pasó del parto vertical al horizontal.
En suma, las ventajas de las posturas verticales para parir han sido reconocidas por la OMS y la OPS, pues van acompañadas de una distensión progresiva de los tejidos favoreciendo la apertura de la pelvis, la motilidad del útero y el ensanchamiento de la vagina hasta en un treinta por ciento, además de atenuar el dolor, evitando maniobras sobre el vientre de la parturienta para su expulsión y, lo más importante, evitar las intervenciones quirúrgicas (episiotomías y cesáreas).