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El acelerado cambio alimentario en la población yucateca peninsular, y en especial en los mayas, obedece a diversos factores y está impactando negativamente en el estado nutricional. La adopción y consumo de nuevos productos preelaborados, comidas y bebidas procesadas y envasadas (pizzas, papas fritas, helados, hamburguesas, gaseosas con azúcar, pastelitos y yogurts azucarados, quesos y embutidos diversos) se da ya de manera cotidiana en desayuno, almuerzo y cena; y en grandes proporciones en días festivos (festejos familiares, fiestas patronales, celebraciones de fin de año, carnavales, etc.).

Aunque estos cambios se empezaron a gestar en las últimas décadas del siglo pasado, hoy día circula una variedad descomunal de alimentos y refrescos altamente adictivos, calóricos y adicionados con saborizantes artificiales.

Las presiones globalizantes y homogeneizadoras ejercidas por los medios masivos de comunicación están haciendo que las nuevas generaciones estén dejando de consumir productos locales: de la milpa, solar o traspatio y parcela. Niños y jóvenes ya no aprecian las comidas de sus abuelos, preparadas con maíz: bebidas como los atoles y pozoles; tortillas (iswaj, pimes); tamales y vaporcitos, pan de espelón, pan de chaya, polkanes; calabazas sancochadas o fritas; toksel (ibes cocidos con pepita molida), k’oles (caldos de carne espesados y condimentados); los frijoles como el tsama’ o de milpa; las salsas de tomate asado o chiles tamulados (xkat, chawa’, maax, habanero) por citar algunos.

Se desaprovechan los cítricos (naranja agria, limón); y frutas como el mango, aguacate, guayaba, caimito, siricote, zapote, ciruela, saramuyo, mamey, anona, entre muchas más. La miel de abeja, producida localmente, es muy poco aprovechada. Los animales de traspatio (gallinas y pavos) y sus huevos son mayormente destinados a la venta y no al autoconsumo. Estos alimentos solo se mantienen con cierto arraigo en los ritos comunales como las ceremonias agrícolas, festividades religiosas y los días de los difuntos.

Paradójicamente estos alimentos y bebidas están pasando a ser producto de consumo en restaurantes turísticos en donde se ha ido innovando con los productos de la cocina regional (los chiles, los recados como el achiote, la hoja de plátano, la chaya, la naranja agria, etc.)

El reto es cómo descolonizar esas formas de alimentación en este mundo cada vez más globalizado que está acabando con formas genuinas de alimentación. ¿Cómo retornar a las antiguas pautas con productos del monte que daban sustento e identidad al pueblo maya?

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