Adicción al qué dirán
Adriana Marín Martín: Adicción al qué dirán.
-Hay una cosa que ni siquiera Dios puede hacer
-le dijo el maestro a un discípulo al que le aterraba ofender a alguien.
-Y ¿cuál es? - preguntó el discípulo
-Agradar a todo el mundo- dijo el maestro.
Anthony De Mello
Es una realidad que somos seres sociables y por lo consiguiente no podemos ser totalmente independientes de las opiniones ajenas, sin embargo, hay ocasiones en que las personas optan por anteponer el visto bueno de los demás, incluso por encima del propio.
Una vez leí que someterte al qué dirán es una forma de esclavitud socialmente aceptada, suena muy crudo, ¿verdad?, pero es cierto. Vivir doblegado a la opinión ajena, cuidando que cada paso sea tal como otros suponen que debe ser, es como llevar un grillete, una carga pesada que condiciona la libertad y compromete la realización personal.
Es improbable caer bien al mundo entero, jamás será posible tener contentos a todos con las decisiones tomadas, con las opiniones emitidas o los sentimientos expresados, pero es de eso exactamente que se trata la vida.
Si lo analizamos de manera detenida, el hecho de seguir a la multitud con la finalidad de evitar el rechazo suena muy aburrido, por mucho cansado y nada prometedor. Y es que a los demás les va a encantar que te esmeres por recibir su agrado, porque de esa manera garantizan su bienestar personal. Tampoco se trata de evitar ser complaciente o de pretender llevar la contraria a todo el que se encuentre cerca, nada de eso.
Se trata de tener claros los objetivos propios, ir por ellos y permanecer con el criterio intacto, aunque eso represente no estar de acuerdo con quienes estén alrededor. En su libro “Maravillosamente imperfecto, escandalosamente feliz”, Walter Riso, doctor en Psicología y especialista en Terapia Cognitiva, habla de manera abierta acerca de este tema, considerándolo una de las principales premisas que liberan al ser humano.
“La aprobación de los demás te ata como una soga invisible, no la ves, pero te inmoviliza, porque el rechazo o la censura de tus iguales, si no estás preparado para ello, es el peor de los castigos”, asegura el autor.
Entre sus páginas, Riso explica que la cadena que provoca que alguien esté atado y sometido a las expectativas ajenas se encuentra resguardada en la información que navega por la mente, porque es algo que se aprende sin percatarse de ello.
Al ser ataduras imaginarias impuestas por uno mismo, basta que quien se encuentra aferrado a ellas decida y elija soltarlas, enfrentándose a sus miedos al principio y, una vez hecho, seguro descubrirá que no pasa nada si las decisiones o elecciones que formen parte de su realidad no son iguales a las que sus semejantes esperan.
Ahora quisiera hacerte una pregunta: ¿tienes adicción al qué dirán?, ¿has elegido algo que no quieres, pero que sabes que todos esperan de ti?, la vida es un instante, vívela a tu manera, libérate de la opinión ajena, y recuerda, jamás, pero jamás, podrás agradar a todo el mundo… y al final, no pasa nada.