Algún día, es demasiado tiempo

Adriana Marín Martín: Algún día, es demasiado tiempo.

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Si tuviese que volver a vivir mi vida, me relajaría
mucho más. Me comportaría de una manera
mucho más tonta de lo que me he comportado en
este viaje. Escalaría más montañas, cruzaría más
ríos y contemplaría más puestas de Sol

Nadine Stair

Hace unos días me encontré ante una situación de esas en las que miras de frente todos tus ideales y sueños. Se trata de momentos que te colocan, como si de una pequeña pieza de ajedrez te trataras, en un panorama al que puedes denominar como mejor te plazca; eres tú mismo quien decide si debes señalarlo como una prueba de vida, o quizá como un momento de deleite personal, aunque también pudiera ser tildado como una lección o un reflejo de lo que no fue, pero pudo ser.

Y entonces vienen a la mente muchas interrogantes que tanto pueden hacerte sentir como una persona afortunada, así como también, es probable que logren golpear fibras sensibles que te remueven ciertos sentimientos guardados en un baúl, al que hace mucho tiempo decidiste dejar en el olvido, porque todo indicaba que eso era lo mejor.

Algunos dicen que hay que cerrar círculos, otros piensan que esas son tonterías que no van de la mano con la razón. ¿A qué se refieren cuando hablan de cerrar un círculo?, ¿de qué se trata? Creo que lo he descubierto poco a poco, y aunque de manera frecuente pertenezco al grupo que piensa y mantiene su convicción muy apegada a la filosofía de que eso es algo sin fundamento, y que simple y sencillamente distrae la atención de las personas, llevándolas a donde no existen los elementos basados en la lógica y la razón; tengo que reconocer que me he encontrado ante varias situaciones que me invitan a pensar en varios círculos inconclusos que he dejado en el pasado, de manera deliberada, bajo el argumento de: “algún día”.

La vida es sabia, eso ya lo sabemos, está al tanto de hacia dónde dirigirse, está escrita, existe y nadie la puede cuestionar…, pero también es terca, eso me ha quedado más que claro, primero te llama, y si la ignoras, te busca, y si la sigues tratando de modo indiferente te encuentra, te ubica, te azota, se para de frente, te toma por los hombros, te sacude, te sonríe y de modo muy amable te saluda mientras te repite al oído, ¡hola, soy yo de nuevo!

Entonces llegan esos momentos, como el que me tocó vivir hace unos días, trayendo a tu presente esas situaciones del pasado que te suspenden de manera cariñosa, te levantan sin reparo y te regresan a ese entonces que no pudiste cerrar, a esa experiencia que decidiste poner en pausa bajo el argumento “algún día”.

Luego de enfrentar a mis fantasmas, saludarlos de manera cordial y comprender que los círculos sí tienen que cerrarse, confirmando, una vez más que la vida es un poco más terca que yo, y que ante ella nada puedo hacer, comprendí que “algún día, es demasiado tiempo”, así lo leí en el libro “Sabiduría cotidiana del monje que vendió su Ferrari”, y nuevamente fue mi admirado Robin Sharma quien me dio la lección. 

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