Desde la tercera cuerda…

Adriana Marín Martín: Desde la tercera cuerda…

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Luego de tomarse unos pulques en la merced, tras adentrarse en el emblemático mundo de la lucha libre, Óscar Fernández emprendió el camino para añadir una obra más a la larga lista de ejemplares que ha escrito, todos ellos han destacado por enfocarse de manera muy acertada en el realismo y el reclamo social.

El libro de esta semana nos lleva directamente al cuadrilátero, el sitio donde nacen las leyendas, pero lugar, en el que también mueren las ilusiones; allí donde la vida abraza muy fuerte, aferrándose a la existencia, y donde al mismo tiempo, se da cita la muerte, que en cualquier momento arrebata el suspiro.

Me enamoré de este ejemplar por muchos motivos, me guiñó el ojo desde lejos, invitándome de manera discreta a visitar un mundo que muy pocas veces me ha parecido atractivo, pero que no me arrepiento de conocer.

La historia de Óscar relata la vida de un individuo que pasa sus días en el barrio bravo de Tepito, La Merced y Morelos (Ciudad de México), lugar donde el simple hecho de sobrevivir ya es toda una hazaña. Nos presenta un panorama por mucho pesado, complicado y nada prometedor.

“El color de la lucha”, es el nombre del libro, el cual me dio un pase directo al ring, tengo que confesar que cada vez que escuchaba la palabra luchador, venía a mi mente la imagen de un hombre muy fuerte, ataviado con una llamativa máscara cubriendo su rostro, probablemente llevando una capa. Siempre imaginé al luchador levantando las manos ante una multitud de personas que le aplauden y celebran su victoria.

Entonces llega a mis manos la obra de Óscar Fernández y me regala un panorama crudo, real y verdadero acerca de lo que sucede en el enlonado. No me queda más que agradecer a este fabuloso español que supera la decena de libros escritos en su historia, que haya realizado esta obra con tanto detalle. Él deja claro en sus páginas que los luchadores no siempre salen ganando, que no llevan una vida fácil, que los golpes que azotan su existencia van más allá de los que reciben en el ring.

Me encontré entre sus letras con un panorama repleto de luchadores, espectadores y entrenadores, quienes en su afán por alcanzar la gloria o permanecer en ella, tienen que ser fuertes, aguantar los desafíos, hacer oídos sordos al qué dirán, dar todo, incluso cuando sienten que no pueden dar más.

Las similitudes que la lucha libre tiene con la vida cotidiana van quedando más que claras mientras las páginas del “Color de la lucha” corren. Este deporte, que es más que un espectáculo, se parece mucho al día a día que las personas vivimos a diario.

No faltan los golpes, los encuentros en el ring, que desde que inician garantizan las heridas, las caídas, el posible triunfo, o la probable derrota; está también la máscara que oculta el verdadero rostro, el honor, la gloria. El todo por todo.

Y así cada mañana inicia con el anuncio: ¡¡¡Lucharaaán a dos de tres caídas, sin límite de tiempo!!!

Y tú, ¿estás con los rudos, o con los técnicos?

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