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Vivir en modo automático es como una rutina perfecta para muchas personas, lo más curioso es que al estar automatizados, no tienen tiempo, ni intención de detenerse para enterarse de que lo están.

Seguramente te ha pasado que terminas de comer y te sorprendes lavando los platos, sin que te hayas enfocado en saborear los alimentos… y son esos extraños chispazos de lucidez emocional y mental, los que provocan que de repente, te preguntes a ti mismo, ¿en qué momento terminé de comer?

Otro buen ejemplo es cuando te encuentras estacionando el auto en tu lugar de destino y te golpea de pronto la cuestión, ¿cómo llegué hasta aquí?, conduces pasando semáforos. Librando redes viales, sin siquiera estar consciente de ello.

Y es así que se nos escapa la vida, en un constante ir y venir, que no nos da permiso de descubrir que nunca nos permitimos una pausa.

El mundo se encuentra repleto de individuos programados para alcanzar lo que se supone es el éxito; dotados de una increíble mente, a la que han entrenado para crear maneras espectaculares que logren aparatos tecnológicos, que los superen en inteligencia. Pero para ello invierten el activo más preciado que han podido tener, ya que es algo invaluable, tan especial, que ni el más jugoso sueldo serviría de lleno para recuperarlo (tiempo).

El estado automático es cómodo, porque significa que te dejas llevar, que no cambias -velocidades, frenas, sólo en casos extremos, por ello el acelerador no significa mucho en tu vida.

Pero olvidamos que las mejores emociones se encuentran cuando logras pasar de primera a segunda, cuando lo interesante del camino te invita a pisar el acelerador, y cuando descubres que el momento que tienes de frente es tan especial que te encargas de disfrutarlo, frenando, poco a poco.

En general, las personas hemos procurado una programación tan básica, como aquella de inflar poco a poco el salvavidas, para descubrir, algunos años después, que no queda más que resignarse a flotar en altamar, por el resto de la vida, con la única finalidad de sobrevivir.

¿Eso es lo que quieres?, ¿que la vida se te escape mientras te engaña?, es una realidad, ella nos hace creer que estamos viviendo, cuando en verdad, no hemos podido más que sobrevivir.

Nos vemos como el hámster que corre de prisa encima de la rueda, esperando que pronto pueda llegar a su destino, sin percatarse de que todo se trata de un círculo vicioso, al que muchos se suman por tendencia, pero pocos afrontan por convicción. La triste realidad, es que en cualquier momento el hámster notará que la rueda se encuentra dentro de una jaula, que se encuentra resguardada por varios juicios antiguos del ser y del deber ser. Si de por sí la vida se nos irá entra las manos, hagamos que la fuga tenga un propósito, que sea un objetivo, más allá, de sobrevivir.

Invierte tus minutos en un abrazo, que se sienta estrecho reconfortarle. Dale permiso a tu mirada para ver con claridad, al olfato para percibir cómo se debe, al oído para que escuche lo que empáticamente el corazón le quiere susurrar.

Al final recuerda, que la finalidad de la vida, es vivirla de verdad.

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