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Hay gente que en estos momentos está entablando una discusión imaginaria consigo mismo, creando diálogos extremos en su cabeza; pero también existen algunos que, por vergüenza, inseguridad, miedo o quién sabe cuál motivo, ven a algún conocido en la calle y fingen que no lo han visto, con la única y específica finalidad de no saludarlo.

La lista de comportamientos extraños entre los seres humanos es tan extensa, que jamás alcanzaría un espacio preciso para colocarlas, porque podríamos también señalar a los que firman sin dudar los términos de un acuerdo, sin leerlos; o también están los que se dirigen de manera determinada al refrigerador en busca de algo que olvidarán qué es, justo al abrir la puerta del mismo…

Las alternativas son infinitas, la realidad es que es muy probable que todos tengamos cierto grado de locura, y como la poseemos desde siempre, creemos que es parte de lo aceptable, y nos movemos por la vida asumiendo que lo que profesamos, sentimos, pensamos, percibimos y cargamos, es lo más normal.

El problema es que no somos los únicos, hay ochocientas mil chorrocientas personas que piensan, sienten y asumen lo mismo, eso intensifica la probabilidad que coincidamos en mucho, pero también existe la posibilidad de que no concordemos en algún momento. Allí empieza el show…

“¡Cada loco con su tema!”, así me decían mis padres, cada vez que algún vecino, pariente o amigo cercano se dirigía por la vida de modo “extravagante”, tomaba decisiones que no agradaban a todos, o incorporaba ciertas tareas disfrazadas de reglas para el bien común.

Es muy difícil comprender lo que piensa cada persona, pero eso no nos da derecho a juzgarlos, cada quien elige lo que desea vivir, y asume la responsabilidad al hacerlo, eso es de ley, aunque hay quienes se enteran a medio camino, pero la ley, es la ley.

Hace unos días leí un original ejemplar lleno de colores, con un diseño que facilita su lectura, “Existir suavecito”, así se llama. La promesa de la autora, quien se autodenomina “Malvestida”, se presume en la portada diciendo que se trata de un antiguía para vivir en tus propios términos. Aunque no lo crean, esas palabras fueron fundamentales para apueste por este libro.

De este libro me llevo lo siguiente: ninguno de nosotros sabe qué onda con su vida, pero lo que sí sabemos, es que la tenemos que vivir, y si somos listos, la queremos vivir de la mejor manera. Existir suavecito no es ser vales, dejando todo de lado, se refiere a vivir permitiéndonos un buen apapacho (¿quién no lo necesita?).

Y al final, comprender y aceptar, que todos enfrentamos una crisis adulta de la que intentamos sobrevivir, y aunque muchos se empeñan en señalarnos cómo insuficientes son generalmente ellos los que no dan para más.

Existimos en una enorme burbuja, en la que se cuestionan los estándares de belleza, de éxito, de puestos y otros. Sabemos y estamos conscientes de que este viaje no es el más cómodo de nuestra vida, pero tenemos que aceptar QUE ES NUESTRA VIDA.

Al final, las quejas, los berrinches, los desacuerdos y acuerdos, los pros y contras, los que vienen y van, sólo llegan a mostrarnos una realidad, estamos presentes en un escenario en el que cada loco anda metido en su tema… y eso es equivalente a lo que también dicen mis progenitores: “¡VIVE Y DEJA VIVIR, y mientras tanto SÉ FELIZ!”.

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