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Hace algunos años era muy común que los padres y los abuelos compartieran sus anécdotas con los más jóvenes de la familia. Para los hijos y los nietos era un deleite sentarse a escuchar las historias que sus antecesores contaban con lujo de detalle, poniendo con ello a trabajar su imaginación.

Pero esos relatos no eran meramente chismes, ni cuentos para pasar las tardes, era a través de ellos que los valores, la cultura, las costumbres, la riqueza gastronómica y familiar se transmitía de manera pura, conservando su esencia de generación en generación.

Las emociones que de boca en boca llegaban a los miembros de cada familia lograban afianzar los lazos fraternos y sentimentales de cada uno de ellos, al grado tal, que, sin haber conocido al bisabuelo, o la tía fulanita, se llegaba a generar un cariño importante hacia ellos, con solo conocer lo que hicieron por la familia, las costumbres chuscas que tenían, o lo bien que cocinaban.

Sobre este tema me surgieron muchas inquietudes a finales de agosto, cuando me invitaron a la presentación del libro “Púrpura Encendida”, de la escritora Aída López Sosa, ejemplar en el que explica de un modo meticuloso, aspectos de la vida de su tío abuelo Ricardo López Méndez “el Vate”, reconocido poeta, escritor, periodista, locutor y publicista izamaleño.

Entre sus páginas Aída López nos lleva de la mano a aquella vida de los cincuentas, contado con lujo de detalle los acontecimientos, anécdotas y vivencias de su tío, entre las que destaca su firme amistad con Felipe Carrillo Puerto y Guty Cárdenas.

Además de poseer una indiscutible creatividad con la pluma, Aída es impredecible, tal vez por ello decidió retar al tiempo al escribir su novela, primero, porque puso sobre la mesa esas anécdotas familiares de las que muchos no se acuerdan, dejando clara la importancia, que se menciona al principio de este artículo, de aquellas charlas familiares en las que se platicaba bien y bonito. Y segundo, porque entre sus páginas, nos lleva del presente al pasado, y del pasado al presente, sin avisar, pero logrando que con la lectura uno lo permita.

“Púrpura Encendida” es fiel testigo de la esencia yucateca, porque guarda con cuidado cada detalle, cada momento, cada espacio, mientras se lee esta novela, uno se siente en casa. Pero también es un recordatorio del modo en el que muchos yucatecos han trascendido, haciendo gala de su talento y creatividad a nivel nacional e internacional.

Aida rinde un hermoso homenaje a su tío con “Púrpura Encendida”, pero debo también mencionar, que nos recuerda y prende alarmas acerca de la importancia de esas pláticas familiares de sobremesa, de lo urgente que es rescatar esas conversaciones con los niños y jóvenes en casa, ya que tienen como finalidad preservar nuestra cultura, nuestras raíces y nuestra historia.

Prueba de ello es, que la pequeña Aidita de 6 años trajo a la memoria de nuestra amiga escritora (la Aída de hoy), todo lo que vio, supo y se dijo del tío Ricardo, creando con ello “Púrpura Encendida”, una obra que todo yucateco actual tiene que leer. Porque al final, todos estamos conformados por historias, todos somos historias.

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