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La primera vez que me llamé bruja,
fue el momento más mágico de mi vida

Anónimo

Mujeres misteriosas, extrañas semidiosas de tiempos remotos. Feas y viejas o jóvenes y hermosas, las brujas han fascinado desde el principio de la humanidad. La personalidad intrigante y mágica de estos seres, a quienes se les atribuyen poderes para transformar y transformarse, está presente en el arte. La seducción que emanan las habitantes de la oscuridad ha hechizado lo mismo a pintores que a músicos o a escritores. Protagonistas de aquelarres y pactos satánicos, las brujas en el imaginario las pensamos sabias, conocedoras de los secretos de la tierra y las hierbas, con los que curan enfermedades y preparan pociones, ungüentos, brebajes y filtros para atraer al ser amado. Se parecen a los gatos y gustan de ellos.

La tradición recibida por las brujas europeas de la Edad Media viene de las leyendas celtas y aunque la figura de la bruja no se concebía como en la actualidad, existían seres cargados de magia como las sacerdotisas. Antes del cristianismo, las brujas ejercían libres su sexualidad, después se les acusó de enemigas de la fe. Atravesaron los cielos en escoba y llegaron a América, como otras tantas cosas que nos vinieron del Viejo Mundo. África, América y Asia concibieron a sus hechiceras. Adoraron a sus dioses protectores a través de rituales y amuletos para el destino.

La oscuridad atemorizó seductoramente el arte inglés con William Blake, quien las representó en “El círculo de los lujuriosos” o “El torbellino de los amantes” (1827), una de las 102 acuarelas alusivas a “La Divina Comedia” de Dante Alighieri. La paleta monocromática crea remolinos de cuerpos, que en un momento son arrojados del éxtasis donde se recrean gozosos. El Sol incandescente, en cuyo centro se abrazan desnudos los amantes, atestigua la expulsión al infierno.

La Edad de las Brujas se ubica entre la Edad Media y la Moderna, tanto por el impacto social como por su proliferación, paradójicamente, resultado del cristianismo que las visibilizó y confrontó. Lo público se volvió oculto, objeto de persecución y pena de muerte, para quienes se entregaban a los placeres con el Príncipe de la Noche.

Al día de hoy las brujas son un símbolo feminista y distan mucho de lo que significaron en la Edad Media, cuando se llevó a cabo su cacería en Salem durante el siglo XV, más de una centena de mujeres fueron acusadas de practicar rituales y actos profanos que les merecieron la hoguera. Ahora la “brujería” es considerada un camino a la libertad personal por millones de mujeres, cuya energía se vuelve magnética y son capaces de fortalecer a otras, resultando contagioso. La brujería se ha metaforizado hasta el punto de considerarla una búsqueda intelectual, de empoderamiento físico y emocional, reivindicando al género femenino en su independencia.

No es necesario que sea Halloween para que encontremos a estos seres asombrosos. Ahora las brujas no solo viven en Salem; están en todos lados.

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