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Es tan difícil salir de lo ya instaurado, incluso hoy que nos encontramos viviendo en el siglo XXI. Queremos pertenecer, formar parte de lo que la gente considera normal, para que no seamos señalados, separados o exiliados moralmente. Queremos formar parte de eso que está dentro de los límites establecidos desde épocas antiguas, con ciertas modificaciones, pero al igual con miles de restricciones.

Queremos formar parte, pero también queremos ser nosotros mismos y en muchas ocasiones no logramos saber quiénes somos, porque crecimos con las ideas preestablecidas de lo que debíamos ser. Subvertir: trastornar o alterar algo, especialmente el orden establecido. ¿Es esto negativo o positivo? Existen personas en este mundo (me incluyo en este apartado porque después de muchos años logré definir bien quién era yo, lo que quería y cómo elegía vivir) que somos subversivos, que disfrutamos rompiendo esquemas, cuestionándonos todo para decidir en qué creer y en qué no.

Derribamos murallas construidas alrededor que nos impiden explorar más allá de los límites.

Se empieza en la familia. Ovejas negras les llaman muchos porque no quieren vivir como lo dictan las tradiciones, luchan por cambiarlas para mejorar, rompen esquemas oxidados que solamente siguen contaminando y lastimando a generaciones y generaciones. Y al fin lo logran; a veces sanan linajes, logran poner curitas en las heridas que se han hecho. Rompen las murallas que limitan la visión.

Después, estas personas contagian, gritan alto que se puede cambiar lo que hace daño, aunque hayamos crecido y sobrevivido así. Esas personas despiertan a quien su vida toca. Les abre los ojos y, entonces, ayudan a otros a encontrar su propio camino.

Ser subversivo no es ser un rebelde sin causa, un antipático, asocial sin sentimientos. Al contrario, ser subversivo es amar, estar lleno de amor para otros, para que ellos encuentren su propio camino, incluso cuando el camino no sea compartido.

Ser subversivo es amar la libertad, la individualidad, es querer el respeto para todos y saber que todos lo merecen sin importar nada. Alterar el orden por el bien común, es amar a nuestra sociedad y querer verla de verdad mejor.

Sin embargo, ser subversivo en un mundo de estándares, límites y estereotipos es saber que pondrás en riesgo tu salud mental, tener que estar dispuesto a recibir insultos, ser señalado y juzgado. No es ponerse de víctima. Es entender que a la gente no le gusta cuestionarse, porque hacerlo es poner en riesgo su comodidad, lo conocido. Y enfrentarse a lo nuevo, a la incertidumbre, da miedo y el miedo suele disfrazarse de ira.

En este mundo tan diverso, querer mantener todo estandarizado es una fantasía opresiva originada por el miedo al cambio. Seamos seres abiertos a lo nuevo, dispuestos a romper esquemas, libres, sabiendo que somos quienes queremos ser.

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