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Recuerdo haber escuchado en una charla al escritor Benito Taibo decirle a una chica que siempre hay un ángel que te acerca a la lectura, en respuesta a la pregunta que ella le hiciera sobre “¿qué hacer cuando mis padres me dicen que leer no sirve para nada?”. He aquí la cuestión.

Cuando no hemos tenido la experiencia de haber sido “tocados por la lectura”, como nos dice la antropóloga Michèle Petit, e ignoramos el poder de transformación que la unión de palabras y la creación de historias ejerce sobre una persona, entonces miramos a los libros y la lectura como algo sin importancia o sin valor. Me parece que cuando esta situación se presenta es que nos hemos quedado con el concepto de lectura que adquirimos en nuestra educación escolar como algo obligatorio y displacentero, algo examinado y calificado por alguna autoridad, ya sea un docente, un padre o madre de familia, etc., o como algo con finalidad únicamente académica.

Y por eso cuando se termina la preparación escolar, el estudiante se siente al fin librado de la imposición de la lectura, luego entonces se ha creado un rechazo y por ende una resistencia hacia las letras. No se creó ese contacto mágico, esa experiencia que “toca” lo más profundo del ser humano.

Petit afirma que el lector o lectora es “alterado” cuando las palabras han atravesado diversas capas para abrir la puerta a la interioridad del Ser, o cuando se permite así mismo construirse a partir del encuentro con un texto, porque en ello encontramos reflejos que nos llevan a nombrar y organizar nuestra realidad. Estas experiencias textuales son las que nos hacen regresar una y otra vez a las letras.

Y regresando a esos ángeles que nos acercan a los libros, que saben bien de la experiencia literaria porque han sido “trabajados” por las letras, han gozado de alguna transmutación, han visto el fruto de digerir palabras, ellos son quienes nos contagian para crear un mundo de letras.

Si bien la lectura construye y tiene múltiples beneficios, no nos hace perfectos, o como dice Petit: “No es que leer lo haga a uno virtuoso, no hay que ser ingenuos: es sabido que la historia es prolija en tiranos o perversos letrados. Pero leer puede volverlo a uno algo rebelde, e infundirle la idea de que es posible apartarse del camino que le habían trazado otros, escoger la propia ruta, su propia manera de decir, tener derecho a tomar decisiones… en vez de siempre remitirse a los demás”.

Como en todo, también en el mundo de las letras existe la polaridad, construir o destruir con la palabra, aceptar o negar el reflejo de las letras, acercarse o alejarse del lenguaje en cada encuentro textual. Me inclino más por la interioridad que la intelectualidad. Me cuestiono sobre ¿qué sucede dentro de mí con la lectura?, ¿qué conecta con mi historia personal?, ¿qué emociones, sensaciones o sentimientos me despierta?, ¿en qué medida me ha transformado la lectura? De esta manera, creo podemos ir descubriendo qué nos dice de nosotros la lectura e ir construyéndonos con la palabra, y así saber su utilidad.

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