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La brujería es un tema con mucha vigencia en las zonas rurales de México. El corresponsal de un diario local que prefirió guardar el anonimato, publicó un relato muy conocido en la población de Espita, al oriente de Yucatán.

Se cuenta que a finales de la década de los años setenta en la población citada se dieron los hechos aquí narrados. Un joven, al que llamaremos Quico, solía ir de cacería en altas horas de la noche junto con sus amigos. En una ocasión, y en época de lluvias, se fueron por una carretera aledaña, pero su vehículo quedó varado a medio camino, por lo que decidieron regresar a pie.

En la entrada a Espita vivía una señora conocida como doña Tina; era una mujer que se ganaba la vida como curandera tradicional, pero tenía fama de bruja en la población y se le atribuían varios hechos espeluznantes. Vivía solamente acompañada de muchos perros y gatos.

Al pasar Quico y sus amigos frente a la casa de la mujer, los canes ladraron e intentaron atacar a los hombres. Éstos se defendieron a culatazos y consiguieron alejarse unos cuantos metros, pero los animales siguieron persiguiéndolos. Uno de los cazadores fue mordido por el más agresivo de los perros, entonces Quico le disparó un balazo al animal. Doña Tina, al escuchar el ruido, salió a ver qué ocurría. Miró la agonía de su perro, se enojó mucho y le dijo a Quico: “Así como ves morir a este perro así te vas a ir conmigo el día que yo muera”.

Tres días después, Quico y dos sus amigos fueron de nuevo a la cacería en el vehículo del primero. Buscaban a un venado que rondaba cerca de un cenote, lugar perfecto para que los animales del monte acudieran a beber agua. Al llegar al sitio planeado, caminaron por la selva y se acercaron a la cavidad. Por las lluvias, el suelo estaba resbaladizo. Quico cayó al interior del cenote y accidentalmente se disparó cerca del estómago, lo que le provocó una fuerte hemorragia. Sus dos amigos trataron de auxiliarlo, pero no pudieron sacar a Quico de aquel sitio. Comprendieron que necesitaban ayuda, pero como ninguno de los dos sabía conducir el vehículo, fueron caminando a Espita por el auxilio. Cuando regresaron con el doctor al lugar del suceso, Quico ya había fallecido.

Fue el 17 de febrero de 1979 cuando murió Quico, en el accidente de cacería. Horas antes de ese mismo día falleció también doña Tina, a consecuencia de un disparo que le dieron en un predio cercano a su domicilio porque estaba convertida en una Xwáay peek’ (bruja perra). Actualmente en el sitio que era su hogar se encuentra un gran árbol de flamboyán y se dice allí hay oro enterrado, pero quien lo encuentre morirá.

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