Diversión bajo la tierra: el Yanal Luum
Carlos Evia Cervantes: Diversión bajo la tierra: el Yanal Luum.
Uno de los elementos constantes en todas las ciudades del mundo es la diversión nocturna. Mérida, la de Yucatán, no es la excepción. A mediados de los años setenta, nuestra urbe tenía varias opciones para quienes gustaban divertirse de noche. Cada sitio tenía su particularidad y, entre todos, hubo uno especialmente distinto, pues era un espacio subterráneo.
Se llamaba Yanal Luum y era un antro muy frecuentado por los noctámbulos. Se hallaba en la calle 63 entre 62 y 64, a unos cuantos pasos de la plaza principal. Su origen no está muy claro, pero gracias a una investigación de Jorge Victoria Ojeda se supo que la noticia más antigua de este lugar fue reportada por el arqueólogo Manuel Cirerol Sansores, en un artículo sobre este subterráneo en 1943, que en ese entonces era propiedad del coronel Pablo Antonio González.
Posteriormente, el predio fue adquirido por la familia Espinosa, la cual instaló un restaurante en el subterráneo después de hacerle algunas ampliaciones. Quizá desde esas fechas se decoró el interior con decenas de personajes y deidades mayas. Especialmente frecuentes fueron las imágenes de serpientes que están ubicadas desde la entrada hasta la parte final.
Tiempo después se dio rentado el local a un empresario, quien poco a poco, le dio un nuevo giro convirtiéndolo en la década de los setentas en un centro nocturno que alcanzó mucha popularidad. Los clientes llegaban poco antes de las 10 de la noche y ocupaban los mejores sitios que les permitiera ver el espectáculo que más tarde se les ofrecería.
El primer show empezaba a las once de la noche y consistía en la presentación de una sensual bailarina, quien realizaba su arte al estilo de la legendaria Tongolele, en medio de la oscuridad casi total. Este primer espectáculo era muy aplaudido, pero el segundo era el más esperado. A las dos de la madrugada, la bailarina volvía a salir y realizaba la misma rutina, pero ya casi al final de esta segunda actuación la mujer empezaba el striptease. Todos dejaban su copa para concentrarse en la mujer, quien llegaba al punto de quitarse la última prenda que estaba al final del horizonte púbico. Pero en el preciso momento que hacía esto, las luces se apagaban. Todos los asistentes lanzaban un grito de frustración, seguido de carcajadas y comentarios. Nunca falló la coordinación entre la retirada de la citada prenda y el apagón de las luces.
Pese a que los clientes ya conocían el final, en las noches de los fines de semana el Yanal Luum se volvía a llenar. Pasados unos años, la autoridad municipal consideró que aquel espectáculo transgredía la moral y decidió cerrar el lugar.
Solo quedó en la memoria de muchos de nosotros las noches de alegría que albergó este espacio subterráneo.