La Cueva del Toro en Morelia
Carlos Evia Cervantes: La Cueva del Toro en Morelia.
En el libro “Leyendas Mexicanas”, de autor anónimo, éste cita la versión de un mito como una experiencia personal. Expresa que, en sus años de estudiante, acostumbraba pasear en los alrededores de Morelia, capital del estado de Michoacán. En una de esas caminatas halló una cueva y motivado por la curiosidad se introdujo a ella sin problema. Recorrió los primeros metros hasta llegar a los vestigios de un derrumbe lo que le impidió continuar; sin embargo, pudo ver que después del obstáculo, la cueva continuaba y aunque estaba muy oscura y profunda supuso que habría otra entrada, pues se sentía un viento húmedo y frío que soplaba hacia fuera. Además, le pareció oír un sonido raro semejante a un mugido.
Salió de la cavidad y encontró a un pastor que cuidaba unas vacas. Le preguntó si había entrado alguna vez a aquella caverna. El hombre respondió que nunca lo había hecho, pues se creía que en el interior había un toro, mismo que al notar la presencia de algún intruso, bramaba y acometía.
El narrador le pidió al pastor que le contara la historia completa y éste respondió en los siguientes términos: “en la época colonial, sobre esta loma estaba la hacienda llamada El Zapote, debido a un viejo árbol de esa especie que allí se encontraba. Con los años y el abandono, aquella propiedad quedó en ruinas”. Agregó que: “entre esos vestigios, está la otra entrada de la cueva, ubicaba en algún cuarto secreto de la casa, de tal manera que los habitantes de la hacienda podían salir y entrar de la mansión sin ser vistos. Unos dicen que la caverna era tan antigua como la hacienda; otros afirman que el conducto fue hecho posteriormente por los delincuentes que acuñaban monedas falsas. Así que entraban y salían sin que nadie los notara y fuera a denunciarlos. Así me lo contó mi padre y mi abuelo”.
El pastor dijo que por las noches, en aquellas ruinas, se veían unas luces moverse de una habitación a otra, se escuchaban frecuentes golpes de martillo y mucho ruido de cadenas, que espantaba al más valiente. La entrada a la caverna estaba custodiada por un bravísimo toro que bramaba y arremetía feroz cuando alguien se atrevía a entrar a la caverna y por esto se le dio el nombre la Cueva del Toro a la cavidad. Aunque hoy día, no se le ve al animal, sí se oye el bramido.
Cuando el rey de España supo de aquellas ilícitas actividades, envió a los alguaciles y los bandidos fueron eliminados a pesar de presentar una fiera resistencia. Allí permanecieron sus cadáveres a merced de las aves carroñeras. Actualmente aún se ven las ruinas, pero al paso del tiempo sólo quedó la cueva, el recuerdo de este relato y quizá el toro.