Petra, la joya del desierto
Carlos Evia Cervantes; Petra, la joya del desierto.
El sitio arqueológico de Petra constituye uno de los complejos monumentales más singulares del mundo antiguo, tanto por la calidad de sus manifestaciones arquitectónicas, como por su ubicación, pues se encuentra en medio del desierto de Jordania, así lo afirmó Fabio Bourbon.
El sitio es asombroso por el número de construcciones y la belleza de sus fachadas en la entrada de las cavidades. La ciudad es mencionada en la Biblia con el nombre de Selá; Petra es la traducción griega del nombre bíblico y los árabes la llamaban Uad Musa.
Las evidencias arqueológicas señalan que desde 9000 a.C. ya había algún tipo de ocupación en el área. Se estima que durante la Edad de Bronce (4000-2500 a.C.) en la región había varios poblados agrícolas y campamentos de grupos nómadas. Se cree que estos últimos perduraron hasta el siglo VII a.C. Alrededor de 1500 a.C. se asentaron en la región los oritas, quienes vivieron dentro de grutas en las laderas de las montañas. Más tarde fueron expulsados de la región por los edomitas. Fue en el siglo IV a.C. cuando aparecen los grupos nabateos, quienes se adaptaron a la región especialmente por su habilidad de excavar cisternas para el almacenaje de agua. Su prosperidad se debió a que mantuvieron el control del sitio que era justo el paso de las caravanas entre Arabia y el Mediterráneo, y también entre Egipto y Mesopotamia.
Debido a su ubicación estratégica los nabateos proveían de agua y alimento a las caravanas. Impusieron una especie de tributo por peaje y comerciaban sus productos propios. Los nabateos se enriquecieron por el tráfico con especias, plata, incienso y mirra. Este grupo poco a poco fue haciéndose más sedentario; de las tiendas, pasaron a vivir a las cuevas y así se convirtió en un centro urbano. Allí convivían los viajeros que se asentaban en campamentos de tiendas, como los beduinos, con la población fija que ocupaban las grutas cercanas. Petra se mantuvo independiente de los imperios de su época.
El lugar entre las montañas fue elegido precisamente por su característica de ser un lugar protegido y en su arquitectura se nota la influencia artística de los reinos de Siria, Egipto y del mundo griego. En su momento de mayor auge, se cree que la ciudad pudo haber tenido alrededor de 30 a 40 mil habitantes. Las posteriores guerras expansionistas romanas y las guerras civiles de los alrededores provocaron el asedio y la debilitación del reino de Petra, dejándola aislada y finalmente, en 106 d.C. fue conquistada por los romanos. Hacia el siglo III, la ciudad recibió la influencia cristiana y muchas de sus construcciones se transformaron en iglesias, concluye Bourbon.
La magnitud y belleza de Petra muestra el ingenio de aquellas sociedades antiguas que lograron adaptarse a las condiciones que la naturaleza les impuso.