El museo subterráneo de Palermo

Carlos Evia Cervantes: El museo subterráneo de Palermo.

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Las catacumbas de los monjes capuchinos en Palermo, Italia, albergan uno de los museos más impresionantes del mundo. Datan de 1599, cuando los frailes del Convento de los Capuchinos comenzaron a excavarlas y ampliarlas bajo el altar mayor. Así lo publicó José Flores Muñoz.

Posteriormente los monjes descubrieron que las especiales condiciones climáticas de las catacumbas eran apropiadas para conservar los cuerpos que habían sido depositados en aquellos recintos. Poco a poco esta actividad se fue convirtiendo en una tradición local, al punto de que muchas personas dejaban instrucciones en su testamento para que fueran colocadas en aquel sitio. Así se fueron reuniendo aproximadamente 8,000 cadáveres que hoy día se exponen como un auténtico museo de cuerpos momificados. Los cadáveres están expuestos en filas y clasificados en hombres, mujeres, niños, vírgenes, monjes y hasta profesionistas. En este último podemos encontrar jueces, profesores y militares, algunos incluso con sus uniformes al estilo napoleónico.

Desde tiempos lejanos hasta el siglo XVII, se generó la costumbre entre los franciscanos de depositar a los monjes en el convento y no se aceptaba a los particulares. Pero esto cambió a principios del siguiente siglo debido al traslado de los cementerios a la periferia de la ciudad, entonces se requirieron patrocinios para las nuevas capillas. Muchas veces el benefactor ponía como condición que al morir fuese enterrado en el Convento de los Capuchinos.

Por un decreto del Vaticano expedido en 1637, se concedió permiso a los capuchinos para enterrar en sus cementerios a personas ajenas a la Orden. Así se cumplía el deseo de los fieles de reposar en la iglesia y cerca de las reliquias de los santos, pensando que así estarían también más cerca de la sacralidad que el lugar tiene.

La gran sorpresa para los clérigos capuchinos fue que al retirar los restos óseos de los depositados en las catacumbas para llevarlos a las nuevas sepulturas, se sorprendieron al ver que 40 de aquellos cuerpos se conservaban con la carne incorrupta y momificada, como si tuvieran poco tiempo de haber fallecido. Hay un caso que destaca por su estado de conservación; es el cadáver de la pequeña Rosalía Lombardo, una niña de 2 años que parece más bien dormida. El cuerpo fue momificado en 1920 por un doctor de apellido Solafia, mediante una inyección elaborada con compuestos químicos. El médico se llevó a la tumba el secreto de la desconocida fórmula. El método más común utilizado para lograr la conservación de los cadáveres fue el de deshidratar los cuerpos dejándolos a lo largo de los pasillos en pequeñas celdas llamadas coladores.

El caso de las catacumbas de Palermo muestra una vez más que existe una relación antigua, permanente y vigente entre los espacios subterráneos con las distintas sociedades humanas del mundo a lo largo de la historia.

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