Los yoraidíes y las tarántulas
Carlos Evia Cervantes: Los yoraidíes y las tarántulas.
En una revisión de las publicaciones en las redes sociales, encontré que hay varios lugares en el mundo donde venden y consumen las tarántulas. Por ejemplo, en algunos mercados de Camboya, específicamente en la aldea Skuon, a 70 kilómetros de Phnom Penh, la capital. También se ofrecen en ciertos barrios de Beijing, China. Igualmente sucede en Papúa Nueva Guinea, en algunas partes de la India y en diversos pueblos amazónicos de Venezuela, Colombia y Brasil. Hay un caso muy interesante vinculado a una cueva: los yoraidíes, una tribu amazónica que habita periódicamente una caverna de Brasil, según una revista publicada por José Flores Muñoz.
Los yoraidíes emigran por meses a las ciudades como Sao Paulo, Río de Janeiro o Brasilia para trabajar en las calles y sobrevivir. Ellos requieren el dinero efectivo, porque de vez en cuando van comerciantes a la selva, donde ellos viven, a venderles instrumentos de labranza, semillas o medicinas. En estas últimas décadas, los yoraidíes se acostumbraron a comer de todo, pero no olvidan la base de su alimentación que sus antepasados tuvieron desde tiempos muy remotos. Se trata de unas impresionantes tarántulas más grandes que la mano extendida de un hombre adulto.
Los yoraidíes habitan intermitentemente una gruta, en donde penetran provistos de antorchas y costales de fibra vegetal. Luego de varias horas salen con los sacos llenos de tarántulas. Cuando llegan al pueblo, vacían el contenido de las bolsas y entonces las enormes tarántulas negras tratan de escapar, pero las manos hábiles de las mujeres las atrapan. Luego las embadurnan con grasa de animales y otros ingredientes. Posteriormente, envuelven cada araña en hojas de plátano o palmera. Las meten en un hoyo que han hecho previamente en el suelo, donde hay carbones encendidos. Ahí cocinan a las tarántulas de la misma manera como se prepara el cabrito en barbacoa o la cochinita pibil.
Finalmente, los yoraidíes se sientan en un comedor comunal y, en silencio, como si estuvieran efectuando un rito, pasan los envoltorios de mano a mano. Cuando todos tienen el suyo, lo desenvuelven y aparecen las tarántulas cocidas, negras, brillosas y muy grasosas. Dicen que el olor es similar a pescado. Así, mujeres, hombres, ancianos y niños comen las arañas. Comienzan con el abdomen del animal para devorar sus entrañas cocidas y terminan con las patas. Algunos reporteros entrevistaron a los yoraidíes y éstos dijeron que las tarántulas ya cocinadas saben a una mezcla entre camarón y moronga. Sin duda, una costumbre que a otros pueblos les parecería increíble, concluye Flores Muñoz.
En las fuentes consultadas señalan que el consumo de tarántulas se inició en épocas de crisis sociales que produjeron hambrunas en la población, como fue en Camboya, pero quizá en el caso de yoraidíes tal práctica logró arraigarse hasta convertirse en un alimento habitual o ritual.