Las manos en la Cueva de Maltravieso (y II)

Carlos Evia Cervantes: Las manos en la Cueva de Maltravieso (y II)

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El estudio de la representación de la mano ha sido objeto de numerosos análisis por parte de los especialistas, a tal grado que Sergio Ripoll, Eduardo Ripoll e Hipólito Collado afirman que hasta donde han llegado los humanos, en su ocupación de las tierras habitables del planeta, han sido portadores del símbolo de la mano como representación de su propio ser.

Para sustentar lo anterior los autores citados mencionan el caso de las migraciones humanas en el extremo de América del Sur donde fueron encontradas impresiones de manos negativas, junto con otras pinturas, en el gran cañón del Río Pinturas, en la Patagonia argentina. De la cueva de Maltravieso a la Patagonia hay una larga distancia, que se realza si se recuerda que los humanos entraron al continente americano por el estrecho de Behring. Igualmente larga es la dimensión temporal: 30000/25000 antes del presente para la cueva de Maltravieso, España, y 5000/3000 a.C. para Río Pinturas. Otro ejemplo lo constituyen las improntas de manos en las cuevas de Australia que analizaron los prehistoriadores Émile Cartailhac y Henry Breuil.

Según la información hasta ahora conocida, el símbolo de la mano surgió en los inicios del Paleolítico Superior y su existencia ha generado muchas hipótesis que conllevan a discusiones entre los especialistas. La polémica se acrecienta cuando los espeleólogos encuentran una de estas representaciones en un lugar recóndito de una caverna pues, además de la incógnita de su existencia, se suma la posibilidad de su carácter ritual.

Otra misterio que presentan las impresiones de manos es cuando falta algún dedo o están acortados. Entre las numerosas hipótesis que se han generado es que pudieron haber sido mutilaciones voluntarias, motivadas quizá por algún ritual, o la hipótesis de origen patológico propuesta por algunos médicos aficionados al arte rupestre. Como quiera que sea, la representación de la mano ha continuado en numerosos ámbitos en la actualidad. Como ejemplo está la mano de Fátima, hija del profeta Mahoma, en los países musulmanes, que es un poderoso amuleto. Es como si miles de generaciones hubiesen transmitido el símbolo de la mano como una señal de presencia a través del tiempo y el espacio; lo que explica las múltiples interpretaciones.

He aquí, pues, una nueva evidencia que viene a enriquecer la etnografía prehistórica y se hace fácil pensar en un paralelismo cultural muy antiguo que motivó la pintura de las manos en Europa, Australia y en muchos lugares de América. Los ilustres Cartailhac y Breuil prefieren reducir las hipótesis en la sencilla conclusión que las manos fueron hechas por los antiguos pobladores que se establecieron en la cueva y encontraron en ellas su hogar. La prudente afirmación está respaldada, en el caso de Maltravieso, por el hallazgo de restos humanos asociados a cerámicas y varios cráneos de Homo sapiens.

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