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En el ámbito de la religión hinduista hay un ser especial por su naturaleza mixta, pues es un ave y también humano. Se trata de Garuda, el gran pájaro encargado de transportar al Dios Vishnu por los cielos. Así lo publicaron Alejandra Ramírez Zarzuela y Agustín Celis Sánchez.

De acuerdo con esta religión originaria de la India, tres dioses forman el Trimurti o la Trinidad: el Dios Brahma, considerado el Creador; el Dios Shiva, conocido como el Destructor; y el Dios Vishnu, considerado como el Protector.

Según cuenta la tradición, el Dios Vishnu no podía volar por sus propios medios, pero tomó la decisión de utilizar al águila Garuda para transportarse y le dio poder. De esta manera Vishnu y sus dos esposas, Shridevi y Bhudevi, podrían cruzar el firmamento subidos en el lomo del ave.

Según el hinduismo, Garuda es un águila de grandes dimensiones con torso y piernas humanas. Al igual que en otras culturas, el águila es un símbolo del poder celeste y representa la supremacía del espíritu sobre las limitaciones materiales. En este sentido, se puede entender que Garuda sea una poderosa ave protectora.

Garuda tiene una relación antagónica con las serpientes, a quienes considera mortales enemigas. Esto tiene su origen en tiempos pasados cuando las víboras eran su único alimento. Todos los días recibía de sus creyentes una culebra como ofrenda. El autor señala que la serpiente simboliza el lado oscuro de las emociones humanas y el hecho que Garuda, animal divino, destruyera a las culebras, significaba que la consciencia espiritual o celeste, terminaba imponiéndose sobre el poder terrenal. Los reptiles que le daban a Garuda como ofrendas eran habitualmente las nagas, unos seres mitad mujer y mitad serpiente.

El “Nagananda” es un drama escrito en sánscrito del siglo VII, que explica por qué el ave Garuda dejó de comer serpientes. Jimutavahana fue un príncipe budista que se enamoró de Mitravasu, la hermana del mejor amigo de Garuda. En cierta ocasión, los dos enamorados paseaban por una playa cubierta de huesos, los cuales eran restos de las serpientes que dejaba Garuda cada mañana. Jimutavahana quiso ponerle fin a esa atrocidad y se ofreció como alimento en lugar de Sankhacuda, la naga que estaba estipulado que muriera a la mañana siguiente. Aunque Sankhacuda rechazó el ofrecimiento, Jimutavahana acabó entregándose en el templo para que Garuda lo comiera. En cuanto Garuda lo encontró, lo subió hasta el cielo y lo mató. Cuando el águila se dio cuenta de que había matado a un hombre de gran virtud, sintió un profundo arrepentimiento y prometió no volver a comer víboras nunca más. Entonces cayó del cielo una lluvia de néctar que resucitó a todas las serpientes que yacían muertas en la orilla de la playa y junto a ellas también volvió a la vida el justo Jimutavahana

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