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Un hombre desaparecido durante once años fue encontrado con vida en una gruta ubicada en la cordillera de los Andes, en Chile, en donde llevaba una existencia similar a la de un ermitaño. Así lo publicó José Flores Muñoz.

Un grupo de espeleólogos, que estaban trazando una ruta nueva para llegar al otro lado de la montaña, descubrió una caverna y entró con precaución a la cavidad. No habían avanzado mucho cuando observaron una luz tenue en medio de la oscuridad. Se acercaron poco a poco a la fuente luminosa y se percataron que era un hombre quien estaba junto a una fogata, aseveró Nathan Meyer, uno de los especialistas en grutas.

En un primer momento aquel individuo no vio a los exploradores porque vestían ropas oscuras, pero quizá sí los escuchó. Cuando volteó hacia ellos echó a correr. A su vez, los espeleólogos llegaron a la hoguera y vieron que el sujeto estaba asando una enorme rata.

Los exploradores fueron detrás del hombre a través de las galerías subterráneas y una serie de obstáculos naturales. Después de un tiempo corto de persecución llegaron a una bóveda enorme y, posteriormente, vieron una cavidad más pequeña en donde el cavernícola vivía. El solitario sujeto se detuvo y decidió encarar a los espeleólogos. Ellos se percataron que el tipo tenía su cabellera larga y la barba desarreglada. Sus ojos se escondían bajo sus tupidas cejas. Los investigadores le ofrecieron comida y agua para atraerlo. Después de unos minutos de titubeo, terminó por aceptar el ofrecimiento. “Así que caminó hacia nosotros con mucha precaución y tomó el alimento”, continuó Meyer. Los exploradores condujeron al ermitaño hacia la salida y solicitaron ayuda por radio. Ya en la ciudad de Santiago, los paramédicos revisaron al sujeto. Para su sorpresa, estaba en muy buenas condiciones de salud. Sólo se quejaba mucho del brillo del sol, el cual le lastimaba los ojos.

Aquel ermitaño llamado Martín Brackish, dijo que se fue a vivir a aquella caverna voluntariamente durante once años. Cuando retornó a su casa encontró que su esposa ya se había vuelto a casar, su hijo ya había crecido y el pequeño negocio que tenía con su barco se había ido a pique. Ante el cuadro, sintió que no tenía nada que hacer en la civilización, así que dio media vuelta y desapareció con rumbo a la misma gruta donde había vivido.

Posteriormente, cuando los enfermeros fueron a supervisar al ermitaño hallaron su cama vacía y las autoridades concluyeron que había vuelto a su gruta.

Así como en la prehistoria nuestros ancestros se resguardaron en las cuevas para protegerse de las condiciones climáticas adversas, en la actualidad, colectiva o individualmente, los seres humanos siguen teniendo a la caverna como una opción para sobrevivir en condiciones críticas y sobrellevar distintos problemas psicosociales.

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