El difunto invitado
Carlos Evia Cervantes: El difunto invitado.
En los días previos a la conmemoración del Día de Muertos, dos alegres compadres, ya muy entrados de copas, decidieron visitar el cementerio de Ixil, Yucatán, que se encuentra en el cabo del pueblo, sin imaginar las consecuencias que tendría tan audaz acción. Así lo escribió Miguel Orilla Canché.
Era casi la medianoche cuando llegaron a ese lugar, que estaba solitario y tenebrosamente oscuro. Recorrieron el camposanto buscando un lugar en donde sentarse un rato y seguir tomando los tragos. No se les acordó rezar como lo hace la mayoría de la gente que va a ese lugar, y tampoco presentaron sus respetos a los ausentes, sólo decían incoherencias propias de su estado etílico.
Don Pájaro, como apodaban a uno de ellos, encontró sobre una tumba un cráneo muy bien conservado, motivo que le llamó la atención. Con el valor que le daba el alcohol, tomó entre sus manos la calavera y después de observarla un rato le golpeó los dientes con sus dedos y le dijo: “¡Hola! Estás muy sonriente; te invito a mi casa a cenar, te voy a dar tostadas con frijol colado”. Dicho esto, soltó una alegre y sonora carcajada. Más tarde, junto con su amigo abandonó el cementerio.
En los días posteriores don Pájaro continuó con sus labores cotidianas y olvidó el episodio del cementerio. Por fin llegó el Día de Muertos y don Pájaro se encontraba descansando en su casa, sin imaginar lo que estaba a punto de acontecerle. Su esposa se acercó a la hamaca donde dormitaba y le avisó que en la puerta de su casa había una persona que deseaba verlo. Don Pájaro quedó sorprendido, pues no esperaba a nadie, mucho menos en estas fechas en las que toda la gente se queda en su casa a convivir con sus familiares y rezar a sus parientes difuntos.
El protagonista de este relato, intrigado, se puso sus chancletas y una camisa para ir a ver quién lo requería. Al llegar a la puerta de su casa se encontró con un desconocido quien de inmediato le dijo; “¡Hola amigo! ¿Llego a la hora o ya has cenado?”. Don Pájaro quedó muy extrañado por la presencia de aquella persona. Pensando que le estaba fallando la memoria, lo invitó a pasar y sentarse después de contestarle que aún no había cenado.
Comenzaron a platicar de cosas triviales mientras don Pájaro seguía haciendo esfuerzos por recordar quién era aquel hombre. Al no lograrlo, se atrevió a preguntarle quién era. Entonces su interlocutor le contestó “¿Acaso te has olvidado de que hace unos días en el cementerio me invitaste a cenar?”.
Dicen sus familiares, que en ese momento don Pájaro cayó desmayado, y cuando recuperó la conciencia contó lo que había sucedido; pero, por la fuerte impresión recibida, al poco tiempo, don Pájaro falleció.