Eduardo Halfon, un judío guatemalteco

Carlos López: Eduardo Halfon, un judío guatemalteco.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hace algunos años, en la librería donde trabajo, un chico, no recuerdo su nacionalidad, me habló de un escritor guatemalteco, de origen judío: Eduardo Halfon. Como pasa a veces, el nombre de este escritor “Chapín” no lo perdí en el mar de la memoria, sino que, por alguna razón, siempre estuvo presente, en algunos momentos más, y en otros menos, hasta que hace poco una amiga viajó a Guatemala, estuvo unos días en San Pedro, en el Lago Atitlán, y, en ese momento, supe que había llegado la hora de leer a Halfon.

Primero, uno se pregunta, ¿un judío guatemalteco?, lo sé, es raro, pero sí existe una comunidad de judíos en la ciudad de Guatemala. En algunas entrevistas a Eduardo Halfon dice: “que su abuelo, judío polaco, sobreviviente de Auschwitz, llegó a vivir a la ciudad de Guatemala después de la Segunda Guerra Mundial”. Aunque también ha dicho, en varias ocasiones, que él no se considera judío, o más bien, su judaísmo es más por el origen de su familia que por la práctica religiosa.

Sin embargo, su origen judío es un tema muy presente en su creación literaria, ya que el tema de la identidad es una idea que lo acompaña siempre en sus relatos, y que cuestiona con frecuencia, porque para él las fronteras de la identidad siempre son muy difusas o confusas. El libro, “El boxeador polaco” (Asteroide, 2019), aunque publicado en 2008, fue la obra que lo llevó al éxito literario. Esta obra reúne nueve cuentos o relatos cortos. El eje que entrelaza los cuentos es Guatemala: la ciudad capital, Antigua o algún departamento.

Ahora, por motivos de espacio sólo comentaré brevemente el primer cuento que se llama “Lejano”, y que narra la historia de un adolescente de nombre Juan Kalel, kakchikel, que estudia becado en una universidad privada en la ciudad de Guatemala. En su clase de literatura, el profesor de nombre Eduardo Halfon, se da cuenta que el joven tiene una sensibilidad estética hacia las letras. Es así que el maestro va acompañando a Kalel en su proceso creativo, y llegan a crear un vínculo amistoso mediado por la literatura. Hasta que un día, Juan deja de asistir a clases y el profesor preocupado por su ausencia decide ir a buscarlo a Tecpán, su pueblo natal. Halfon llega a la casa del niño, y se da cuenta que el padre de Juan había fallecido, y Kalel tendrá que hacerse cargo de algunas responsabilidades de la casa y que ya no regresará a estudiar.

Sin embargo, antes de que el maestro se despidiera de Juan, se encuentran en la plaza del pueblo, donde deciden pasar con un señor que, a través de un pajarito, predice el futuro. Halfon sugiere que Kalel tome el papelito, pero antes de tomarlo, Juan se le queda mirando al pajarito con ojos de odio, de colera, y cuando al fin Juan tiene el papelito y lo lee, empieza a sonreír.

Halfon pensó en preguntarle qué decía el papelito, qué futuro le había vaticinado el canario, pero prefirió no hacerlo. El cuento termina con la reflexión del maestro que dice: “hay sonrisas que no deben ser entendidas”.

Lo más leído

skeleton





skeleton