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Vincular proyectos nacionales a necesidades locales puede ser la clave para establecer servicios e infraestructura de calidad dirigidos a propios y extraños, en transporte, seguridad e inversiones, cuyo punto de convergencia apunta hacia la industria turística.

Dos años de pandemia de Covid-19 han causado suficiente sufrimiento a las personas, a la sociedad en su conjunto y a la economía. No podemos permitirnos que esto continúe. Debemos reconstruir y mirar al futuro con esperanza, no con miedo, según se expresa en diferentes voces y decisiones gubernamentales, pero, sobre todo, en clamores ciudadanos.

La paz –el tesoro yucateco que pudiera verse amenazado en caso de caer en el exceso de confianza-, y el entendimiento mutuo –a pesar del peculiar Gobierno federal- son ingredientes esenciales para la recuperación. Ahora, subrayan los políticos, es el momento de que trabajemos juntos, es la hora de la diplomacia, al menos en lo que toca a Yucatán, no es momento del conflicto. El liderazgo de Mauricio Vila nos muestra que no debemos permitir que las tensiones políticas se conviertan en una crisis que socave el progreso colectivo.

El turismo es un puente principal para el entendimiento. Tiene una capacidad única para promover la paz entre los pueblos de todo el mundo, de ahí el acierto de la Iniciativa Privada local de apostarle con todo a la recuperación.

Ejemplos los vemos en todos los niveles, desde las Naciones Unidas, que da voz a personas de todas las regiones, orígenes y nacionalidades, la Organización Mundial del Turismo tiene la convicción de que el espíritu de solidaridad internacional y los valores compartidos que definen no solo a la industria, sino también a la comunidad, pueden prevalecer.

Es una buena forma de conservar la paz en Yucatán, ponerse a los ojos del mundo en servicios a visitantes que también impacten en conservar la calidad de vida de los locales, un segmento cada vez más numeroso. Por eso la bienvenida al “Va y Ven”, al le-Tram y a los cambios en la movilidad y transporte público en el centro de la ciudad y en las colonias.

Hay la idea que algunos transportistas, concesionarios por décadas, se están viendo forzados a darse cuenta de que las cosas ya no son como antes en Yucatán; que la pandemia favoreció un ajuste en los paraderos del centro y que las necesidades de movilidad en Mérida, que ya es también cabeza de una zona conurbada, obligan a cambiar estrategias y a aportar servicios más allá de la calidad y oportunidad acostumbradas.

Es lo mejor que se puede aportar al turismo: un Estado pacífico, un centro histórico seguro, limpio y despejado; transporte oportuno y accesible para todos; facilidades para subirse al tren de la movilidad que encabezan los proyectos como “Va y Ven” y le-Tram.

Vale la pena conducir en ese sentido; si Yucatán se convierte en un polo turístico, que los invitados no sean las organizaciones delictivas como en otros rumbos, sino seguir la voz del mismo papa Francisco que expresó en la Cumbre Mundial de Jóvenes sobre Turismo, en Italia, el 28 de junio pasado, en el sentido de tratar de conseguir el conocimiento y las habilidades necesarias para construir un futuro mejor en las comunidades.

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