Adicciones, más que enfermedades
Carlos Luna: Adicciones, más que enfermedades.
Agobiada por suicidios, casi siempre bajo el efecto de alguna droga y por hechos violentos relacionados con el alcohol u otras sustancias adictivas, la Península de Yucatán no se salva de ser un campo de batalla para quienes con programas integrales, como Alcohólicos Anónimos (AA) y los Grupos de Familia Al Anon, abordan el drama más allá del un problema de salud mental y encuentran una solución espiritual ante una afectación del libre albedrío.
Con sus investigaciones sobre cómo las drogas afectan el funcionamiento del cerebro humano, la neurocientífica Nora Volkow ha contribuido a demostrar que las adicciones constituyen una enfermedad crónica. Es decir, una condición médica a raíz de un problema bioquímico que impide controlar los impulsos, y no una falla moral ni una debilidad del carácter o la voluntad, como conservadoramente se ha estigmatizado a las numerosas personas que lidian con el abuso de sustancias.
“Al mismo tiempo, se invierte en cárceles para penalizar a las gentes que están tomando droga. Entonces, tenemos un sistema de leyes que no tiene nada que ver con lo que la ciencia nos está mostrando que son las adicciones”, critica en una entrevista remota la científica mexicana, directora desde hace 19 años del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA, por sus siglas en inglés), en Estados Unidos. Previo a esta elección de encabezar el NIDA, instancia que más financiamiento aporta en el mundo para la investigación sobre el impacto que tiene en la salud el consumo y abuso de drogas, Volkow realizó un trabajo pionero analizando imágenes del cerebro para identificar de qué manera tales sustancias afectan las funciones de dicho órgano. Particularmente, sus estudios documentaron que los cambios en el sistema de dopamina -neurotransmisor que satura el cerebro durante el uso de algunas de las drogas más adictivas- afectan las funciones de las áreas que participan en la recompensa y el autocontrol, en la sección frontal del cerebro.
Lo que la llevó hasta ese punto fue su fascinación inicial por comprender el funcionamiento del cerebro, y en especial cómo se pierde la capacidad para distinguir lo que es real de lo que no; “¿dónde está el sentido de lo que llamamos realidad?”, se preguntaba la joven investigadora, quien luego se consagraría por su estudio de una enfermedad crónica del libre albedrío, según publicó recientemente en un especial el periódico Reforma.
A muchos les funciona un programa integral, voluntario, de 36 principios –pasos, tradiciones, conceptos- y tres legados –unidad, servicio, recuperación- que mediante sesiones de hora y media, la Central Mexicana de Alcohólicos Anónimos, con su plan paralelo para los parientes afectados, los Grupos de Familia Al Anon, promueven en todo el mundo, con base en literatura especializada que se apega no solo en la medicina, sino también en la psicología y, más allá de la religión, en una espiritualidad personal.
Recientemente el Distrito primero del Área Yucatán uno de Alcohólicos Anónimos en Yucatán celebró su 50 aniversario de servicios, con un foro con profesionales, psiquiatras, sacerdotes y directivos del Centro de Integración Juvenil (CIJ) que confirmaron en medio siglo la efectividad de atender las adicciones, en alianza, desde todos los frentes, muy particularmente desde el espiritual.