Comunidad y estudiantes al centro
Cesia S. Rodríguez Medina: Comunidad y estudiantes al centro.
A pesar de la discusión que ha generado la Reforma de la Educación Básica del 2018 y el Plan de Estudio de Educación Preescolar, Primaria y Secundaria de la Nueva Escuela Mexicana (Acuerdo 14/08/22), la Secretaría de Educación Pública (SEP) anunció a finales de agosto el arranque del plan piloto para este mes de octubre durante el ciclo escolar 2022- 2023, considerando su aplicación en 960 escuelas públicas, es decir, en al menos 30 escuelas por Estado. Cabe mencionar que estos nuevos programas son el resultado de un proceso de análisis compartido entre autoridades educativas, integrantes de pueblos indígenas y afromexicanos, maestras y maestros, miembros de la comunidad académica y de investigación, organizaciones de la sociedad civil, niños, niñas, adolescentes y sus familias, así como diferentes instancias del Gobierno Federal, estrategia que ha permitido acercar el debate a otros grupos de la población que habían sido marginados en las reformas de sexenios anteriores, no obstante, aún con el avance logrado, la discusión sobre su ejecución permanece activa entre el magisterio debido a la ausencia de información y claridad metodológica en los procesos operativos como en la capacitación para su implementación.
Por otro lado, y omitiendo por ahora estas circunstancias de las que muchas opiniones se pueden emitir, quisiera resaltar un elemento característico de este nuevo planteamiento curricular que expresa una escisión notable con su antiguo modelo, al rescatar un componente fundamental y que será uno de sus ejes prioritarios: la “Comunidad como núcleo integrador”, complementándolo a través del campo formativo “de lo humano a lo comunitario”, por lo que dicho enfoque representa la oportunidad de recuperar la visión transformadora de la educación desde el ámbito local y conurbano de los estudiantes y la escuela, aunque esto no quiere decir que se desecha la integración de lo global, sino que se complementa, atendiendo principalmente a las necesidades o problemáticas directas, el modelo prioriza la comunidad y la importancia de la recuperación de los saberes locales con el interés de reconstruir y situar el aprendizaje desde el lugar en el que se desenvuelven para resignificar prácticas que propicien la recuperación de valores comunitarios como solidaridad, convivencia, igualdad, participación y cooperación, esto representa que la escuela y los educandos reconozcan el rol que ejercen en el cambio por medio de las experiencias diarias, encontrando un sentido a lo que se enseña y aprende. A su vez, este paradigma reconoce los diferentes entornos con un enfoque basado en el respeto a los derechos humanos, también permite flexibilizar la enseñanza propiciando mayor autonomía para el logro de conocimientos y habilidades.
Por lo tanto, este proyecto podrá aplicarse objetivamente teniendo una incidencia invaluable para el desarrollo personal y social, donde posiblemente encontremos un propósito en común que ofrezca un cambio que coadyuve a una realidad más justa para todos.