Un libro inesperado

Cesia S. Rodríguez Medina: Un libro inesperado.

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“Tenemos un techo con libros y besos, y más de cien mentiras que valen la pena para no cortarnos de un tajo las venas”. No exageró Joaquín Sabina al asumir que un libro puede salvarnos de la vida. Sí, a encontrar en el mar de las letras una razón para continuar, porque la existencia tiene sus complicaciones y efectivamente los libros se vuelven un lugar seguro donde estar, miles de anécdotas podríamos extraer sobre el hecho milagroso que estos objetos hacen cuando le hemos atinado en su búsqueda o encuentro, como si uno fuera a tientas en la penumbra encontrando finalmente el interruptor de luz que ha de permitirnos emerger de las sombras.

Nadie debería perderse la oportunidad de la lectura, afortunadamente en la actualidad el acceso a los libros es más sencillo, tenemos bibliotecas públicas, librerías y otros medios que eliminan las barreras para su disfrute, además, sin ninguna restricción por aquello que decidamos leer, libramos quiero pensar aquellas épocas de las hogueras siniestras donde se perdieron cientos de ellos por ya considerarlos una amenaza para la humanidad. Aún con estas oportunidades habrá quien por diversas circunstancias tristemente no podrá sumergirse en el vasto mundo de la lectura y es que, en la industria editorial la comercialización de los libros restringe su acceso en cuestión de precios y difusión, pero eso, es otro tema.

A todo esto, quisiera compartirle al lector y lectora, la magnífica obra literaria que meses atrás llegó sorpresivamente a mi hogar, sin embargo, más fue la conmoción de lo que este libro me ha infundido en mi gusto por la lectura. Imagino que este ensayo ha atravesado como lo relata esta obra, océanos, guerras, tormentas, y un sinfín de amenazas para recibirlo íntegro en mis manos, así es como llega “El infinito en un junco”, de Irene Vallejo, un poco más de 400 hojas para narrarnos el origen del libro en el mundo antiguo. A través de una prosa apacible nos expresa el descubrimiento del papiro en Egipto hasta la llegada de la imprenta, pero no es esto lo que hace reveladora esta historia, sino todo aquello que transcurre alrededor de los libros, personajes como Alejandro Magno, Ptolomeo, Calímaco o Cleopatra, apasionados ya avecinaban la trascendencia de lo que más adelante se nombraría la mejor invención del hombre. No cabe duda que los libros son otra forma de eternidad, así queda plasmado en este fascinante viaje por el tiempo.

Dijo un filósofo antiguo que “un libro no debe revelar las cosas; un libro debe, simplemente, ayudarnos a descubrirlas”, y es precisamente lo que me ha inculcado esta obra, aprehender la extensión y esencia del pensamiento humano, redescubrir el mundo del libro. Por esa razón no quisiera perder la oportunidad de recomendarlo, además de que los libros tienen la mágica labor en muchas ocasiones de reavivarnos.

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