No se aceptan promesas
Cesia Rodríguez Medina: No se aceptan promesas.
El pasado jueves, los subsistemas de Educación Media Superior, integrados en el Frente Nacional de Sindicatos de Educación Media Superior (Fnesems); Cobach, CECyTE, Conalep, y Telebachilleratos comunitarios, luego de insistir por todas las vías oficiales que sus demandas laborales fueran atendidas y sin que haya una respuesta tangible, decidieron realizar un paro laboral como una de las medidas para exigir el cumplimiento al Ejecutivo Federal. Esta acción surge no sólo a partir de las mejoras salariales que se han aplicado a ciertos sectores de Educación Básica durante la administración federal en curso, donde parece entrever que el piso aquí nunca es parejo.
Los compañeros docentes y administrativos que laboran en el nivel preparatoria insisten en que la política salarial no ha correspondido como en el discurso oficial se expresa en cuanto a defender la dignificación del magisterio y para todos aquellos que se desempeñan en el sector educativo, por esa razón han optado por utilizar éstas medidas y hacer visible su lucha, así como también tomarle la palabra a las promesas expresadas por el Presidente, como la que se anunció el Día del Maestro de este año, referente al pago mínimo de 16 mil pesos mensuales.
A todo esto, es desalentador que las y los trabajadores del sistema educativo continúen laborando en condiciones económicamente precarias y, sin embargo, resistan o esperen que en algún momento sus demandas sean atendidas. A pesar de que muchos presidentes y gobernadores se han comprometido a solucionar sus problemáticas, no hay nadie que sobreviva de promesas, al menos los trabajadores de la educación no pretenden seguir esperando, ya que la realidad dista mucho de que pronto puedan resolverse cada una de las irregularidades que aquejan al magisterio, aunque ojalá esté muy equivocada.
Lo peor del caso, es que en esta desventura no puedo evitar pensar en el personaje de la famosa novela de Gabriel García Márquez “El coronel no tiene quien le escriba”, creo que en ocasiones la literatura nos prevé de panoramas crudamente reales. En esta narración el protagonista espera pacientemente su pensión luego de haber dedicado su vida al servicio de su patria como militar, asiste todos los viernes sin dudar a la oficina de correos esperando su pago, una respuesta, algún gesto solidario que se apiade de su condición. A pesar de la insistente resignación de la esposa, el marido cree que más tarde que temprano recibirá lo que le corresponde, confiando en la buena voluntad del Gobierno, no duda de las promesas, o quizás es ingenuo, no habrá fuerza humana que le quite la esperanza, al final todos sabemos la penosa historia.
Espero que los compañeros no tengan este final desdichado y que pronto obtengan la respuesta esperada, no son militares ni tampoco han ido a la guerra en el sentido literal, pero el trabajo que realizan es tal vez el más valioso.
Me parece que ya no son tiempos de esperar promesas ni creer en la buena voluntad de los gobiernos, el tiempo nos dirá.