Una Navidad con conciencia
Cristóbal León Campos: Una Navidad con conciencia.
Todos tenemos algún recuerdo referente a las celebraciones que ahora transcurren al acercarse el año a su fin, mientras las cuentas y propósitos comienzan a sumarse como parte del ritual para recibir el 2023. Alrededor de estas conmemoraciones se dibuja una especie de aura espiritual que se apropia del ambiente, de la cual uno queda inmerso, ese es el sentir colectivo que se suscribe en el ambiente social, una suerte de misticismo que revela un aire de esperanza y nostalgia entremezclado en las noches de bohemia y convivio entre amigos, familiares y algo más.
Es justo para todas y todos disfrutar de días de descanso y esparcimiento, recuperar fuerzas y proyectar el futuro cercano, pero, también, es justo reconocer a quienes no tienen esa oportunidad, ya sea debido a sus labores o porque su situación económica no se los permite. Baste mirar por las calles céntricas de la ciudad el incremento de seres humanos en estado de indefensión que, con el deseo de sobrevivir, realizan todo tipo de suerte a cambio de unos pesos para alcanzar un poco de comida.
La situación económica se agrava por el mundo, la crisis sistémica va acelerando los procesos de pauperización-precariedad y pobreza extrema. La inflación –resultado de la especulación y la falta de planeación en la distribución social de la riqueza- va llegando a niveles dramáticos, los costos se elevan haciendo que la canasta básica se reduzca a pocos productos, afectando a millones de seres humanos, siendo la clases trabajadora y los sectores populares quienes más recientes esta crisis que, además, con la guerra entre potencias imperialistas deshumaniza aún más el futuro inmediato.
Las imágenes que pueden observarse al recorrer las céntricas calles (marcados círculos de pobreza y precariedad), no son producto de la imaginación novelada ni de cuentos fantásticos, son, pese a quien le pese, resultado de la realidad socioeconómica que va afectando los niveles de vida y la calidad de la misma de la población global y, que en países como el nuestro, se presenta con índices por encima de la media internacional.
Las celebraciones que ahora realizamos y las que vamos preparando para cerrar este 2022, no pueden estar despojadas de procesos reflexivos sobre la situación global de millones de seres humanos que viven condiciones extremas, así como poblaciones a las que se les ha negado el derecho a existir y vivir en sus propios territorios históricos, como es el caso de los pueblos originarios de América y del pueblo palestino, quienes resisten desde años atrás al despojo y la negación de sus derechos elementales como naciones.
En este sentido, el de reivindicar el derecho de los desposeídos, es igualmente justo recordar al intelectual italiano Antonio Gramsci, quien escribió en 1930, tras años de estar encarcelado en Turín por su lucha contra el fascismo, una carta a su madre en la que le dice: “Queridísima mamá, ésta será la quinta Navidad que paso privado de mi libertad […] no he perdido el gusto por la vida; todo me sigue interesando y estoy seguro que aun si ya no puedo zaccurrare sa fae arrostia [‘pelar las habas asadas’, en sardo], no me disgustaría ver y oír a otros pelar habas asadas. Por lo tanto no me he vuelto viejo […] estoy seguro de que tú tampoco eres vieja, no obstante tu edad. Con toda certeza estás decidida a vivir mucho tiempo”. Estas notas no son otra cosa que el “pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad”.