El “precio” de la libertad
Cristóbal León Campos: El “precio” de la libertad.
Quizás para algunas personas pudiera ser contradictorio iniciar una opinión evocando en su título lo que pareciera una contradicción, pero no nos referimos a un precio monetario-económico, eso convertiría a la libertad en un mercancía con un valor de cambio despojada de un posible valor de uso, y seguro los críticos de los conceptos buscarán el error en una aritmética inexistente, ya que de nuevo no hablamos de objetos, sino de algo que en esencia es todo, aunque materialmente, de forma directa, pueda no tener representación.
En la historia humana la palabra libertad a dado lugar a debates aún inconclusos, pues sus interpretaciones van de un extremo a otro, hay quienes la ven en el poseer, pero ya hemos denostado esa acepción líneas arriba, más bien, la consideramos como un valor e ideal que se busca para la concreción de una vida lo más plena posible, y claro, la libertad individual no necesariamente es referencia de una libertad plena en lo social, aunque creo es consustancial a este pensamiento.
Todo lo anterior viene a estas páginas tras observar el deambular de seres humanos en el conglomerado urbano, lo que no necesariamente hace referencia a una socialización veraz. Escucho relatos de seres humanos que han tenido que “pagar un precio” por su libertad, mujeres y hombres que bajo regímenes de opresión conocieron el encierro -no presos carcelarios ni mercaderes de monedas sin dignidad-, me refiero a experiencias de vida que llegaron al extremo, como pueden ser los testimonios de mujeres violentadas por sus parejas o familiares, cuya vida quedó signada por un dolor profundo con el que batallan todos los días para reencontrar sentido a su vida, así como de niños despojados de la infancia y sustraídos de sus contextos familiares para ser comercializados.
La libertad alcanzada por esos seres humanos que hoy pueden hablar de su experiencia, puede conmovernos hasta lo profundo, pero, ante todo, debe servirnos de motivación y ejemplo, aunque también debe recordarnos la indignación, pues ningún ser humano debiera tener que enfrentar condiciones de vida con violencia y desprecio. Hoy las mujeres que “pagaron un precio” por su libertad, es decir, lograron salir de los contextos de violencia o son sobrevivientes de la misma, siguen cargando el dolor (de todo tipo) marcado por las pérdidas. De la misma forma, los y las infantes que han sobrevivido a la trata humana, a la sobreexplotación y violencia sistémica, reconstruyen su existencia bajo una pesada losa que, por sus efectos psicológicos, quizás siempre esté presente.
Escucho también la banalidad de quien por poseer cree ser libre, pero cual esclavo ha dejado de notar los grilletes que lo atan, ya que ese mismo poseer lo hace dependiente y falto de libertad real. No existe libertad del ser cuando no se cultiva el espíritu y la voluntad de trascender, pues quien sabe lo que es la opresión, sabe bien lo que se requiere para dejar atrás aquello que aprisiona. En cambio, quien se cree libre sin conciencia, enajenado en su materialidad, solamente es una abyección en sí mismo.
Es notoria la diferencia entre quienes luchan y lucharon por su libertad, alcanzando a constituir o reconstituir su ser por sí mismos, en contraposición de quienes con base en la materialidad creen ser libres, pero son esclavos…