La puerta de la esperanza

Cristóbal León Campos: La puerta de la esperanza.

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Abre la puerta con una sonrisa entrecortada, una mirada cargada de tristeza y su hijo en brazos, no es la primera vez que la veo, en las últimas semanas su presencia ha sido continua, justo a una esquina de la Plaza Grande en la blanca Mérida, ahí donde se ubica una de las llamadas tiendas de conveniencia (OXXO), pareciera que los “fantasmas” sociales resurgen, pues la crisis sistémica que vivimos se agudiza y se incrementa la pobreza y la mendicidad de miles de seres humanos.

El mundo vive un reacomodo geopolítico y económico que pareciera muy lejano, pero que en realidad puede observarse en las esquinas de las avenidas con el aumento de las personas en situación de calle y con la nacionalidad de los productos que mayoritariamente se comercializan, dos señales del periodo que transitamos, pues en ese ajuste de poder el desplazamiento de los Estados Unidos como primera potencia del mundo va siendo evidente ante el avance de China, y, a la vez, la crisis del capitalismo arroja la esperanza de vida de millones de seres humanos en todo el mundo al suelo de la desavenencia, un panorama poco alentador manchado por la guerra, la violencia y el hambre.

Ella abre nuevamente la puerta, ahora su hijo juega descalzo sobre el cemento de la banqueta ardiente por el extenuante calor que asola la región, su mirada es aún más triste, su mano derecha sin monedas me hace sentir un poco más de escozor, ¿será tan difícil darnos cuenta de que la situación de existencia se agudiza para millones de personas?, ¿es tan difícil reconocer que se requiere un cambio radical en la política económica nacional y mundial?, es difícil afirmar con absolutos, pero me parece claro que la justicia social no alcanza a llegar donde más se le necesita.

Al recorrer las calles de la ciudad es notorio que la afectación económica tiene secuelas muy marcadas, los trabajadores y trabajadoras pasan un tiempo considerable esperando bajo el incesante Sol el transporte que los habrá de llevar a sus centros laborales o a sus hogares, en todo caso, una silueta de preocupación asoma en sus rostros, el incremento en los precios de los productos básicos que ha llevado a nuestra ciudad a ser una de las más caras del país, golpea a las indefensas familias que buscan diversas formas de generar ingresos; es un tipo de juego de la suerte donde el ganador podrá seguir deambulando a pesar de todo.

Nuevamente abre la puerta, ya es de noche, no sé cuántas veces en estas semanas la he visto, su hijo duerme en su regazo, el agobiante calor ha hecho de las suyas sobre sus cuerpos, no sé si habrá comido un poco de pan o algo más, veo el andar de otros y otras transeúntes sin detenerse a darle alguna moneda o un poco de alimento, y claro, no es su obligación, pero ante el abandono de una sociedad que mira sobre su hombro ¿qué puede esperar la infancia que ahora crece en el olvido social?

Siempre sonríe, aunque el cansancio le haga más corta la mirada, sus ojos parecieran observar más allá, como buscando la caricia humana de la empatía, esa que se cultiva al interiorizar la situación de los otros y otras como la nuestra. No sé cuántas veces más abra esa puerta, pero confío en que los tiempos harán que nadie necesite hacerlo por un poco de esperanza…

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