Tragedia, el continuo de los cambios

Cristóbal León Campos: Tragedia, el continuo de los cambios.

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Los infortunios son naturales en la vida, somos seres hechos también de sentimientos, contener las lágrimas ante una pérdida es insano, agobiarnos por circunstancias adversas y sucesos que a diario confrontamos, son pruebas que debemos aprender a sortear, el problema no es llorar ni caer en ocasiones, lo errado está en quedarse en el piso cuando se ha desfallecido y hacer cotidiano el lamento.

Se considera a la muerte como una tragedia, el hecho más natural se ha interpretado como lo peor que puede ocurrirnos, irónicamente desde que nacemos sabemos que vamos a morir, ¿entonces por qué esperamos la muerte para valorar la vida?, ¿por qué hacemos tragedia lo que debiera ser júbilo?, ¿será que somos incapaces de vivir sin lamentarnos? Hay en la tragedia cierta condición de placer y comodidad, preferimos el ocaso en vez del alba.

Aunque pueda parecer los más ilógico, y mucho de ello tiene, suele convertirse a la tragedia en un lugar cómodo que, con el paso de las primaveras, se convierte en lo acostumbrado y, cuando menos lo esperamos, ya no sabemos cómo salir. Nos asusta dejar la tragedia, ella nos identifica, nos da seguridad. Por eso, en ocasiones, pensar en los sueños y realizarlos dejando atrás aquello que nos hirió, puede llegar a generar un grado mayor de inseguridad que el dolor que un día nos encerró.

Morir en vida es la tragedia mayor del ser humano, quedar indiferente cuando alrededor hay tanto por conocer, cuando nuestro espíritu palpita y por temor lo acallamos para no sentir dolor, las malas experiencias duran lo que una ráfaga de viento, van y vienen, nos golpean y logran a veces derrumbarnos, saber sacudirse y levantar la frente es lo que nos hace renacer a cada instante.

La gran tragedia de la vida no es la muerte, lo más trágico es dejarse morir internamente cuando estamos en plena vida. No escuchar lo que nuestras almas gritan, conceder a la apatía y dejar que todo aquello que vive en nosotros muera, esa es la verdadera tragedia, morir de nada mientras vivimos.

Despertar del letargo y reconstruir donde antes hubo dolor, es el camino al renacimiento. La vida es movimiento continuo, nada permanece sin cambio; es una característica del ser humano. Todos los días ponemos en práctica nuevas teorías, ¿por qué en el plano personal debiera ser diferente?, la innovación continua conduce a lograr establecer parámetros diferentes con que medirnos, cambiar es natural.

Sin importar lo que hayamos vivido, por más extrema se muestre la tragedia, siempre hay un nuevo amanecer y el inicio de un nuevo ciclo que debemos saber identificar. Todos los seres humanos tenemos sentimientos que nos indican lo que deseamos, son una fuerza interior que debemos aprender a escuchar y poner en práctica. En cada uno de nosotros hay una fuerza indomable que nos habita y esa es la que nos posibilita lograr y/o luchar por todo lo que deseamos, la única persona que tiene la capacidad de domar o limitar esa fuerza es uno mismo, porque esa fuerza se llama confianza. Si confiamos en nosotros nada detendrá nuestros pasos, si no confiamos, será muy difícil mover el primer pie.

No olvidemos que aprendemos escuchando el saber de las experiencias y con ellas comprendemos que la tragedia marca un fin y un inicio. El fin queda y nosotros podemos volver a sentir el renacer de la confianza.

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