El reto educativo digital
Cristóbal León Campos: El reto educativo digital.
La pandemia de Covid-19 asoló a la humanidad durante más de tres años, de 2020 a 2023, en su periodo más fuerte, pero aún sigue dejando ver sus efectos sobre los principales aspectos de la vida en sociedad, siendo la educación uno de los retos urgentes, ya que la contingencia sanitaria evidenció una serie de carencias que, a nivel internacional y nacional, se agudizaron, entre ellas, la falta de conectividad de la mayoría de la población estudiantil.
Desde el inicio de la pandemia se alertó de las carencias y sobre las difíciles condiciones de vida de millones de seres humanos, siendo la población infantil y juvenil una de las más afectadas, pues ante el cierre de los centros escolares, los procesos de enseñanzaaprendizaje se vieron mermados y, en muchos casos suspendidos, lográndose identificar entre los factores la escasa preparación de una importante cantidad de docentes sobre la utilización de la tecnología y la conectividad. Además, quedó en evidencia la carencia que se vive en los centros escolares y en los hogares, pues la falta de los aparatos tecnológicos como computadores y celulares que pudieran garantizar el acceso al derecho a la educación fue también visible.
Las afectaciones en la educación de muchos infantes se presentaron a través de problemas que ya existían, como el hecho de que uno de cada cinco niños se encontraba sin escolaridad antes del Covid-19, esto según datos de la ONU. El cierre temporal de los centros educativos perjudicó especialmente a estudiantes miembros de grupos marginados que viven discriminación y exclusión en sus naciones.
Al momento en que inició la pandemia, las escuelas no estaban preparadas para impartir educación a distancia a todos los estudiantes de manera igualitaria. Esta situación se dio por la poca planeación a futuro de los gobiernos, dejándolos incapacitados para afrontar la discriminación y las desigualdades en los diversos sistemas educativos del mundo. Así, fuimos testigos de cómo no era posible para los gobiernos garantizar los servicios fundamentales, incluida la electricidad en los hogares, y mucho menos se logró garantizar un acceso a Internet. Esto es un pendiente, que si bien comienza a ser atendido, aún se está lejos de las condiciones idóneas para decir que se ha resarcido.
Los infantes de familias pobres y marginadas se vieron excluidos del aprendizaje, ya que no tenían forma de acceder a internet o a dispositivos suficientes. Las escuelas que de por sí tenían recursos insuficientes se vieron superadas, los alumnos y docentes debieron multiplicar los esfuerzos para superar en lo posible la gran brecha digital. Pero ahora que la pandemia ha cedido terreno, es urgente que los gobiernos aborden el impacto en la educación de los infantes junto a los problemas preexistentes, en la reestructuración económica que se vive a nivel mundial debe ponerse en primer término a la educación pública.
El reto es grande, pues los riesgos de deserción escolar, marginación, falta de acceso a la tecnología y la carencia de una alfabetización digital siguen presentes, y para garantizar el derecho a la educación a nivel mundial, se tiene que analizar los retos mirando a encontrar los caminos correctos. Sin duda, falta aún para hablar de un mundo digital y de la educación garantizada para todos y todas, pero sí es posible una educación incluyente, humana y con miras al porvenir del ciclo escolar 2023-2024, pensando en el bienestar de los infantes y jóvenes del mundo.