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Podría creerse que aún vivimos en tiempos de la Inquisición, cuando el pensar diferente y cuestionar las cosas bajo la lógica de la crítica se castigaba con diversas formas físicas y sociales de violencia, pero hoy, en teoría, la Inquisición es cosa del pasado, y sin embargo, en medio de la disputa de intereses político-económicos se observan actos de oscurantismo, como aconteció en Chiapas con la quema de Libros de Texto Gratuitos (LTG). Imágenes de la quema que refieren a una clara violación al derecho a la educación de los infantes y a un razonamiento fundamentado en dogmas arcaicos y ultraconservadores.

La hoguera donde fueron consumidos los LTG es la representación material del odio a la diversidad, a la ciencia, al cuestionamiento crítico, a la educación con un sentido comunitario y abierto, donde los infantes y jóvenes encuentran la posibilidad de superar los tabús que aún hoy, en pleno siglo XXI, arrastramos como pesadas cadenas con una serie de ideas falsas y prejuicios seudomoralizantes que únicamente sirven para mantener todo como está. La hoguera real de los LTG serán las aulas, ahí sabremos su utilidad y su calidad, pues no habrá mejor juez para ellos que los miles de docentes mexicanos y millones de alumnos que los utilizarán, será después de su implementación que sabremos si de verdad sus fallas alcanzan la gravedad para ser dejados atrás, o sólo son factores a mejorar sin que justifiquen su quema al viejo estilo inquisitorial.

Hace un tiempo, el escritor estadounidense Ray Bradbury dijo que: “No es necesario quemar los libros para destruir la cultura, sino que basta con dirigir a la gente para que no los lea”, y esto es justamente lo que hemos observado en las últimas semanas. La campaña de desprestigio contra los LTG generó una serie de reacciones polarizadas en sectores importantes de la población mexicana, que tuvo entre otros efectos su rechazo a priori, ya que sin ser leídos fueron descartados, los grandes monopolios de la comunicación nacional hicieron eco de una serie de mentiras y distorsiones intencionadas sobre el contenido de los LTG y su finalidad, despertando en los ámbitos conservadores -algunos neofascistas-, viejas consignas y actitudes anticomunistas y ultrareaccionarias, mismas que recordaron, o más bien advirtieron que seguimos en una realidad manipulada por falsas noticias e intereses privados.

El agravio a la cultura y a la educación que se ha realizado, con el rechazo en varias entidades de la República opositoras al Gobierno de 4T, al detener la distribución de los LTG, es un atentado a la razón y a los derechos de los infantes mexicanos, ya que no se trata de estar o no con el partido en el poder, sino de velar por el desarrollo de la sociedad a través de un elemento central, como es la educación. La oposición a los LTG ha pecado de todo aquello que señala sobre los materiales didácticos, debido a que la ideologización y el adoctrinamiento se realiza en horario estelar mediante los principales noticieros del país. Esta campaña mediática es una hoguera del sinsentido y la sinvergüenza.

Los libros de texto llegarán a las aulas, el intento por detenerlos queda atrás, y como ya se ha señalado, su prueba de fuego tendrá lugar en el día a día de la educación, cuando docentes, alumnos y paterfamilias (sujetos centrales de la educación) los lean de verdad, los analicen y los empleen, entonces sabremos si resisten al fuego o se diluyen como ceniza al viento.

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