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¿Qué es el amor y cómo debe amarse?, son cuestionamientos presentes en la historia de la humanidad, y que por mucho tiempo fueron también justificantes para la imposición de roles y estereotipos que sujetaron a los seres humanos a moldes predeterminados, donde lo que menos florecía en muchas ocasiones era justamente el amor.

La definición de amor tradicional, hoy cuestionado como “amor romántico”, ese donde la pareja se desgarra de sufrimientos por el “ser amado”, y que en realidad tiene más formas de posesión, sojuzgamiento y control, que de libertad y valoración del ser-compañer@, es decir, ese “amor romántico” ha quedado en el ojo del huracán del juicio actual que las nuevas generaciones realizan sobre él, y creo que ese juicio es válido y necesario, pues cualquier estructura social o cultural, e incluso económica, que conduzca a la desvaloración de uno o más seres humanos, son estructuras que deben ser superadas, pero ojo, cuestionar el “amor romántico”, es poner a la luz de la época actual las conductas que presupone necesarias para “amar”, como por ejemplo, el eterno sacrificio de la mujer por el ser amado, y la obligación masculina de no sentir y sí proveer sin falla, pues si se falla se deja de ser masculino. Ideas absurdas que hoy ya son obsoletas.

Hoy es inoperante hablar de una forma de amar, ya que partimos de la diversidad, tanto en los tipos de relaciones humanas y de pareja, como porque pretender seguir amoldando al amor en una única forma o estructura de internación personal y social, es un arcaísmo y una negación de lo que acontece en las sociedades actuales, y esas interrogantes iníciales quedan todavía más obsoletas, debido a que aún nadie puede definir ¿qué es el amor y cómo debe amarse? En realidad, sabemos más sobre que no es el amor, como por ejemplo esas relaciones cargadas de violencia (en cualquiera de sus manifestaciones, física, psicológica, económica, moral, etc.), donde principalmente el hombre oprime a la mujer, y ésta debe acatar en silencio esa violencia si no quiere ser juzgada de forma peyorativa por la sociedad, eso sí sabemos que no es amor, y en todo caso, el amor es aquello diametralmente opuesto a lo descrito.

En lo personal, alejado de la mercadotecnia de días pasados, creo que el amor debe ser por antonomasia libertad, y no significa esta afirmación que siempre haya estado a la altura, pero sí creo que es el principio rector de una relación afectiva que puede ser paternal, familiar, de amistad o de pareja, pues si pretendemos que la persona a quien decimos dar nuestro afecto cambie o modifique su conducta, entonces estamos regresando a esos moldes preestablecidos que no reflejan amor, y sí dejan ver las carencias y necesidades psicológicas nuestras y, por ende, de la sociedad en que vivimos.

En estos tiempos se afirma que para amar hay que amarse primero a uno mismo, y sin caer en individualismos egoístas, creo es una gran verdad, ya que el amor no debe partir de la necesidad, sino del deseo de compartir, entendiendo que entre sus formas, el amor es una manera de intercambiar una parte de nosotros mismos con aquella o aquellas personas especiales, sin que esto signifique dejar de ser nosotros mismos, algo que se escribe y lee fácil, pero que en la práctica es lo más complicado de hacer. En todo caso y por ahora, celebro que el amor sea una diversidad que supere las cadenas y revolotee con sus propias alas. Amar es libertad…

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