Ruta íntima a la lectura

Cristóbal León Campos: Ruta íntima a la lectura.

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Existe una diversidad de propuestas, teorías, metodologías y más, que buscan la manera de incentivar entre las personas, de cualquier edad, el gusto por la lectura. Todas se suman al deseo un país lector, que no es utopía, aunque sí es aún un reto grande por alcanzar.

Responder al cuestionamiento sobre cómo nace un lector, o quizás mejor dicho cómo nacimos cada uno de nosotros y nosotras a la lectura, es una interrogante que con el paso de los años va tomando forma y algo de conciencia en el quehacer cotidiano, al relacionarnos con docentes dedicados durante toda su vida a fomentar el hábito lector, como el caso de la maestra Effy Luz Vázquez López, y también a jóvenes entusiastas que se destacan por sus ideas innovadoras, como el maestro Raúl Lara Quevedo, dos polos generacionales que convergen en el empeño incansable que los impulsa a superar los obstáculos y hacerlos oportunidad para seguir bregando en el camino de las letras, pero mucho más allá, por el sendero de la decodificación de todo para una lectura amplia de la sociedad y sus múltiples maneras de representarse.

En términos personales, tengo la certeza de que fueron los libros de historia, sobre todo universal, los que atrajeron primero mi interés, tal vez por las imágenes de otros sitios del mundo que despertaban la curiosidad, o por las narraciones que transportan a otras épocas, en las que los sucesos relatados dieron lugar a grandes acontecimientos que repercutieron en la construcción de nuestras naciones, aunque esto último lo comprendí mejor tras estudiar historia. Pero también, y con el tiempo, los textos referentes a las ideas -ya sean políticas, sociales, culturales o filosóficas- despertaron mi inquietud, y hoy la llamada historia intelectual es un atractivo para continuar incrementado esa manía un poco más que obsesiva por resguardar libros e impresos para lecturas futuras.

¿Cómo nacimos a la lectura?, es una interrogante que cada uno debe responder para sumar a los esfuerzos por la promoción de los beneficios, tanto personales como sociales, que tiene la lectura para los seres humanos y las sociedades, sin olvidar que aún hoy existen miles de personas que no han tenido la oportunidad de acercarse a comprender que todas y todos somos lectores, ya sea por las tradicionales formas de concebir la lectura que se reducen al libro o el texto impreso, o por las desigualdades que laceran a nuestras naciones y que hacen más urgente un mayor fomento lector ante tanta violencia inhumana, y frente a estas situaciones creo tienen mucha vigencia las palabras de la escritora Margarita Robleda, quien ha dicho: “Más libros y abrazos, cero balazos”.

La lectura es un acto humano, es un proceso humanizador que nos sensibiliza, al menos en una mayoría de casos, y que nos posibilita mirar y mirarnos con otros ojos, los del autor y/o autora, y con las miradas de sociedades distintas a las que pertenecemos, acercándonos a perspectivas diferentes con las que podemos dialogar, siendo que algunas nos ayudarán a modificar ideas y otras servirán para ratificar lo que creemos y pensamos, pero, en todo caso, nos sacudirán un poco para reconocernos vivos.

¿Cómo nací a la lectura? Ya en otro momento he dicho que recuerdo la influencia del ejemplo de mis padres al verlos leer, también ayudó el viejo librero que resguarda tesoros descubiertos con el tiempo, y habría que incluir el impacto que en mí han tenido docentes y personas dedicadas a la cultura, las letras y los procesos de edición. En todo caso, a penas vamos naciendo…

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