Crisis y destrucción climática

Cristóbal León Campos: Crisis y destrucción climática.

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El calor extremo de estos días que se extiende por el país, así como por otras regiones del mundo, no responde únicamente a lo que se llama cambio climático, o no a los procesos naturales de los ritmos y cambios que el medio ambiente experimenta por su propia evolución, sino que esta situación se vincula directamente con la sobre explotación de los recursos naturales, la no planificación armónica con la naturaleza de las ciudades y los megaproyectos como el tren maya, cuyos efectos de deforestación y destrucción de hábitats de diversas especies de animales, trae consigo modificaciones obligadas a la naturaleza que a su vez impactan en la vida humana.

La sobreexplotación de la naturaleza es un fenómeno que con la Revolución Industrial y el desarrollo del capitalismo se aceleró a gran escala, y que hoy con los avances tecnológicos es llevado al extremo, pues implica la tala desmedida de bosques y montes, la modificación de ríos, lagos y mares, afectando por ende los ciclos de vida y regulación de la temperatura, además de la utilización de combustibles dañinos al medio ambiente, así como el consumo desmedido de los recursos naturales genera que los ciclos de autorregulación de la naturaleza se vean afectados, siendo que ante la escasez de productos las potencias económicas por su avaricia implementan más químicos para acelerar esos procesos aletargados, lo que provoca afectación a la calidad de los productos y al clima, pues los químicos y los combustibles están relacionados con la destrucción de la capa de ozono y con el calentamiento global.

Asimismo, las industrias mineras son otro factor de daño a la naturaleza, el extractivismo desmedido genera repercusiones ecológicas que dejan huellas y que lamentablemente aún nos falta mucho por conocer qué otros efectos tendrá la utilización de químicos para la extracción de litio y otros minerales en el medio ambiente, siendo que el propio litio es sumamente riesgoso, pero hoy es de los tesoros que despiertan la avaricia y genera guerras, polémicas geopolíticas e incluso invasiones imperialistas y neocolonialistas.

La aceleración en el crecimiento de las ciudades, sobre todo aquellas que hoy son modificadas para ser sometidas a los dictados de la industria turística, sufren fenómenos como la gentrificación, que si bien están asociados a repoblamiento, segregación y marginación de la población autóctona al interior de las propias urbes y otros procesos que germinan injusticia, también repercuten en la crisis climática y el calentamiento global, entre otras razones porque la lógica que siguen no va en armonía con el medio ambiente del lugar donde se generan los mal llamados “desarrollos”, sino que únicamente se rigen por el deseo de acumulación de capital, ya que traen deforestación urbana, mayor cantidad de espacios de concreto, falta de respeto a los hábitats de la flora y fauna local, priorizando la generación de espacios artificiales que simulan naturaleza, en lugar de aprovechar bajo una planeación estudiada los recursos naturales que cada localidad ofrece, además la sobrepoblación también acelera el calentamiento en las urbes.

El calor extremo que hoy sentimos es sólo uno de los tantos efectos de la destrucción del medio ambiente generado por políticas de extracción y acumulación de capital que no piensan realmente en la vida humana. Hoy necesitamos el replanteamiento de las ciudades e industrias para garantizar la vida humana en armonía con el medio ambiente, como bien nos lo enseñan los pueblos originarios, cuya filosofía respeta y cuida a la naturaleza.

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