Effy; luz permanente
Cristóbal León Campos: Effy; luz permanente.
Los espíritus joviales nunca se olvidan, la maestra Effy Luz Vázquez López fue la más jovial de las almas, siempre apasionada en todo su quehacer, nos mostró a las generaciones que le seguimos la manera en que concibió el trabajo cotidiano, poniendo en alto el nombre y apellido que le sustentaron, pues en su sangre llevó las partículas medulares del don de enseñar, ella heredó una doble tradición, por un lado, el legado de sus padres don Aristeo Vázquez Delgado y doña Julia López, docentes que anduvieron cimentando el proyecto educativo a lo largo del Estado, y por el otro, es depositaria del entusiasmo que caracteriza al magisterio yucateco desde el siglo XIX. Un magisterio referido como apostolado y que tiene manifestaciones de toda índole, siendo la escritura y el arte algunas de ellas, pues en los anales, se atestiguan libros y revistas, así como obras y representaciones donde se han plasmado los sueños culturales y pedagógicos de un sector social consciente y crítico de su sagrado deber.
La maestra Effy escribió con el fin de comunicarse con la sociedad, con los estudiantes, con la niñez, y principalmente con sus compañeros docentes, para que en el ejercicio de la profesión incluyeran en sus planes de trabajo un poco de humor, identidad y regionalismo, ya fuera mediante sus obras de teatro (monólogos y diálogos, junto con algunas bombas, etcétera), o a través de sus adivinanzas, reflexiones, relatos humorísticos e históricos, cuyas temáticas se insertan en la cotidianeidad del trabajo, la economía, la familia, la migración, la mujer, la educación, la lengua, la cocina, la oralidad, la infancia, la bondad, la alegría y en muchos otros temas. Sus diversos escritos pueden encontrarse en revistas, suplementos culturales, periódicos y libros. De manera especial merecen mención sus libros: Finados damnificados; Himnos patrios, cantos cívicos; Jugar y cantar, todo es empezar, libro que fuera acompañado con un disco en el que se interpretan algunas de sus creaciones musicales; la trilogía “El Teatro en el Aula”, “La literatura yucateca en el aula” y “El mestizaje lingüístico en el aula”, y su última obra “El magisterio y la vida en verso y prosa”, junto a otras obras que aguardarán el tiempo indicado para su salida a la luz y continuar su inagotable empeño por enseñar.
En sus escritos la identidad y memoria se reflejan como elementos centrales, ella utilizó el bilingüismo (español-maya) como un valor identitario del Mayab, creyó en el mestizaje como el elemento histórico que nos une, así, costumbres, comunidades, pinceladas de humor, diálogos con profundo contenido pedagógico, se observan y recrean en los textos que componen sus obras. Su preocupación pedagógica se muestra en su valoración de la literatura y el teatro como elementos formadores y transmisores de experiencias y conocimientos, tanto a los estudiantes como a los profesores. Ella siempre recordó que cuando las generaciones anteriores se formaban para ser docentes, utilizaban de manera decidida recursos literarios y artísticos para su aprendizaje mediante diferentes estrategias, esa práctica, lamentablemente, con el tiempo se ha relegado de las aulas, y ya no es tan común su utilización, por lo que la maestra Effy continuó levantando la voz para revertir el paulatino abandono de la literatura y la cultura en los centros escolares.
Pero por encima de todo, desde hace muchos, pero muchos años, la maestra Effy llevó en el pecho con orgullo y tesón el amor y el reconocimiento en vida de sus alumnos, amigos, compañeros de trabajo y familiares, ese cariño que le hemos dado todos y todas quienes sabemos de su bonhomía, de su amor por el deber, de sus ideales educativos, de su gentileza y de su ejemplo, ese reconocimiento que se instituye con el amor, el respeto y la admiración, y que ahora, en estos tiempos en que el magisterio revela aún más su importancia, y mientras la maestra Effy trasciende el plano de lo material para tomar su lugar en el parnaso pedagógico de Yucatán y de México, no podemos más que recordar que su nombre ya estaba escrito con letras de oro, y ahora su morada será la memoria histórica y cultural del pueblo que tanto defendió con sus acciones y sus letras.
Hoy honramos su legado humano, no nos despedimos de ella, pues siempre que sepamos poner en práctica sus enseñanzas estaremos dando vida a su ejemplo que la convierte en una educadora de corazón y en una luz permanente para todos y todas.