Olimpiadas y política
Cristóbal León Campos: Olimpiadas y política.
Los mexicanos sabemos bien lo que significó que poco más de una semana después del 2 de octubre de 1968 se celebraran los Juegos Olímpicos en nuestro país. El silencio mediático y la complacencia del Comité Olímpico Internacional (COI) al continuar con la justa deportiva sin importar que en la Plaza de Tlatelolco centenares de jóvenes fueron asesinados por el Estado mexicano, y que muchos otros fueron desaparecidos, siendo que, hasta la fecha, 56 años después, no se tiene un dato certero de la cantidad de asesinados esa trágica tarde-noche, y ni qué decir del contubernio entre los grandes monopolios informativos que nada, o muy poco, hablaron de lo que sucedía en México bajo el régimen de Gustavo Díaz Ordaz.
Son muchos los ejemplos a lo largo de la historia, tan sólo en años recientes los equipos deportivos de Rusia han sido vetados de ésta y muchas competencias por la guerra que acontece entre su país y Ucrania. Pero entonces, ¿por qué ante la barbarie genocida que comete Israel en Palestina no se le vetó de las actuales Olimpiadas?, ¿cuál es el criterio para sancionar o no a una delegación deportiva considerando lo que ocurre en su país o lo que su Gobierno realiza en relación a otras naciones? Unas semanas atrás, el Comité Olímpico Palestino solicitó que no se permitiera la participación de Israel en los Juegos de París 2024, esto a través de una carta al COI en la que se recordaba que hasta hoy los bombardeos en la Franja de Gaza y demás zonas del territorio palestino siguen asesinando y violando cualquier tipo de tregua olímpica. Al final de cuentas, el deporte y la guerra son un gran negocio, y es justo cuestionar el porqué unos países son vetados y otros son hasta victoriados por los organizadores, y no es que sea desconocida la injerencia política y económica de Estados Unidos y Occidente, pero sí queda muy claro hacia donde se dirige la brújula del interés geopolítico que se entremezcla entre deporte y política.
Este 2024, con los Juegos Olímpicos ya en marcha, hemos visto el incremento de protestas ante la presencia de Israel en la justa deportiva, por ejemplo, durante la inauguración cuando desfilaba la delegación israelí una mayoría del público presente repudió con silbidos y gritos su presencia, dejando en claro el sentir de los locales y asistentes internacionales al ver la representación de un país que ahora mismo sigue bombardeando campos de refugiados y asesinando a infantes y adultos sin discreción, mientras se da el lujo de participar en un evento deportivo, cuyo origen, en teoría, está ligado a la PAZ y la concordia entre naciones, pues los Juegos Olímpicos establecieron al surgir que para realizarse deben existir condiciones de PAZ y armonía entre naciones. No olvidemos que poco antes de iniciar las Olímpiadas en París ya se había dado una serie de manifestaciones y protestas que dejaban ver la difícil situación en la Ciudad de la Luz y en el mundo. ¿Será que se olvidaron de esta premisa o sólo la obviaron con la ayuda de ingresos millonarios?
Durante el incremento del genocidio sionista-israelí en Palestina, en estos últimos nueve meses, el Ejército de ocupación de Israel ha asesinado a más de 300 atletas palestinos de diversas disciplinas, muchos de los cuales participarían en estas Olimpiadas, por eso la Delegación Olímpica Palestina está integrada por menos de una decena de deportistas que representan a su nación con el apoyo de miles de seres humanos que no hemos cerrado los ojos ante la barbarie. Además, es importante tener claro que muchos deportistas de Israel son miembros del Ejército sionista y han tenido durante estos meses participación activa en el genocidio realizando crímenes de guerra y, para colmo de la barbarie inhumana, esos mismos atletas genocidas que hoy participan en la justa deportiva que debiera enarbolar la bandera de la PAZ, han presumido sus crímenes de guerra en sus redes sociales sin pudor ni sanción: Israel ha desfilado con soldados disfrazados de “atletas de paz”. Entonces, hoy se realizan los JUEGOS DE LA VERGÜENZA.