Joker y los espejos humanos
Cristóbal León Campos: Joker y los espejos humanos.
Acudí en días pasado a ver la película Joker: Folie à Deux, y como una gran mayoría quedé insatisfecho, pues no hay duda de que la expectativa de la primera película nos dejó una marca que no fue cubierta ahora por la secuela, aunque a mi parecer justo esa fue la intención; alejarse de lo visto para proponer una ruptura discursiva, e incluso un distanciamiento a la mirada tradicional sobre el personaje. Algo que ya los analistas podrán ir evaluando con el tiempo, ya que como muchas veces sucede, el valor de una obra se reconoce a la distancia, o quizás simplemente no lo tiene.
Pero estas líneas no pretenden un análisis cinematográfico, muy lejos de esa intención, se busca hacer notar ese juego con la sombra del Joker que desde la entrada caricaturizada puede advertirse, y que me parece la trama central, ya que presenta esa dualidad de luz y sombra que algunas corrientes psicológicas han desarrollado en los últimos años, y que otras como el psicoanálisis han abordado –sin olvidar las marcadas diferencias- a través de, entre otras, la teoría del efecto espejo, cuyo desarrollo puede notarse en obras de autores como Jacques Lacan, quien durante años estudió la forma de apreciación de un grupo de infantes sobre su propia imagen ante el espejo, encontrando una aceptación generalizada a la imagen proyectada, esto sin reducirse al aspecto físico, sino ampliándose a la entidad del ser, esa identidad en construcción, que al pasar de los años y presentarse la edad adulta comienza a mostrar matices más complejos que pueden revelar que aquella aceptación de la imagen proyectada se ha transformado y, en muchos casos, llega a generar ahora rechazo.
En la conducta del Joker, desde la primera película, se nota una necesidad de afecto que proyecta en imágenes idealizadas a través de algunos personajes que para él representan eso que desea, aquello que anhela ser o desea poseer, ya sea fama, reconocimiento, sexo, amor o cualquier otra cosa, y también se observa ese desprecio y olvido sistémico de las sociedades contemporáneas capitalistas por la salud mental y las necesidades psicológicas de las personas en condición de marginación, pues el Joker es un excluido de la sociedad, no sólo por lo vivido en su infancia que lo trastornó a grados elevados y discutidos en las propias películas, sino porque en su condición laboral y de vida la precariedad es también un detonante de la angustia y pulsión que lo rodea, e incluso rebasa, y quizás sea la causa central de la disociación constante que se presenta en varias escenas donde se le observa un “soñar despierto”, que más bien son la presencia de episodios de disociación en los que vive mediante su imaginación aquello que tanto desea, el baile cadencioso que tanto ha gustado a los espectadores sería el éxtasis de la fantasía autoproclamada en un espejo construido para no mirarse, y en realidad protegerse de sí mismo.
En la teoría del efecto espejo, una de las partes medulares a analizar de los sujetos estudiados es precisamente el reflejo de sí mismos, ya que a través de ese reflejo es cómo se puede adentrar el psicoanálisis a comprender razones o motivos de comportamientos específicos, como la relación con otros sujetos o el rechazo a la interacción, la proyección de uno mismo ante “iguales” y la atracción que se presenta al entrar en una interacción, pues esta teoría estudia el momento en el que desde la infancia se crea el yo que se ve reflejado en el espejo, por ello no sería difícil percibir cómo la infancia violenta y la constante vulneración de la integridad del Joker generó una identidad inconsciente que en momentos que percibe de vulnerabilidad se dispara y aparece. La risa descontrolada del Joker, que en realidad en un llanto autoreprimido, sería una de esas formas de expresión del conflicto de su yo interno.
En todo caso, y dejando atrás este esbozo de ideas, el Joker, en ambas películas, nos recuerda ese efecto que tienen en nuestra personalidad e identidad las formas de relación que vamos experimentando en el desarrollo de nuestras vidas, en el psicoanálisis la infancia es clave en la formación del yo, en el joker esa etapa de la vida es la marca de su pesar, quizás disociado mediante otra personalidad o inconsciente en una represión de la pulsión le que hace desear incluso aquello podríamos no deber desear…