Al tiempo lo suyo
Cristóbal León Campos: Al tiempo lo suyo.
Creo que todos tenemos un poco
de esa bella locura que nos mantiene
andando cuando todo alrededor es tan
insanamente cuerdo.
Julio Cortázar
“Vamos, ya es tiempo”, escucho como un susurro que sacude los sentidos. “Sí, ya sé”, responde la razón que muchas veces frena la inercia del tiempo y los hechos. No siempre avizoramos lo que nos rodea y procuramos mantener el barco a flote a pesar de la tormenta, eso es quizás una de las formas de dominación más efectivas y silenciosas a través de la que hemos permitido un sinfín de veces que sobre nosotros pase la injusticia vestida de eufemismo.
Y es que en los ciclos intermedios de la vida afrontamos situaciones incómodas e injustas que nos llevan a la inevitable necesidad de tomar decisiones, ya sea dejar partir a aquellos que por conveniencia o por la naturaleza de las relaciones humanas llegan a su tiempo entre nosotros, o perder lo que nos distingue y nos hace ser quienes somos, al igual que en esas situaciones que laceran la dignidad atentando también a la congruencia de las ideas y, justo es ahí, cuando los hechos pudieran hacernos dejar de ser quien somos por fuerzas externas, que resulta imprescindible soltar aquello que violenta la naturaleza del ser, pues nada vale la pena si el precio a pagar es la conciencia mancillada y la dignidad arrojada a la morada de los traidores a sí mismos.
En ese entramado complejo que es la vida, con sus factores internos del ser y los externos de los contextos socioculturales y político-económicos en los que interactuamos y donde la sobrevivencia es la bandera, nos toca a todos tomar las decisiones urgentes para seguir siendo quienes somos y mantener lo que creemos, pues nada ni nadie tiene el derecho de pisar la esencia que hemos cultivado con la conciencia de quien entrega todo. Es así, a veces suele serlo, que las horas marcadas en la memoria nos gritan el recordatorio de que el tiempo ha regresado las manecillas y debemos voltear para reencontrar la sombra oculta.
En este camino que llamamos vida, donde el vaivén del péndulo y el oráculo nos llaman a seguir creciendo y continuar la marcha de la historia personal, que entre sombras y tormentas redescubrimos aquello que siempre nos ha hecho creer en este mundo y esta humanidad, sin importar lo empecinado de lo mundano por hacernos desistir frente a tanta mancillada realidad que pareciera el retrato de la oscura pesadumbre y del desgaste de la esperanza.
Al tiempo hay que darle lo suyo, lo que ha forjado en el silencio, a la distancia. En ese sitio al que sólo llegamos cuando soltamos lo lacerante de las verdades dolientes, vengan de donde vengan y sean cuales fueran, pues siempre en el andar sin temores es donde se revelan las cenizas para volver a arder. Y aunque siempre quedan las huellas como llagas recordándonos lo perdido, también permanece la enseñanza y el aprendizaje de un viaje más, un ciclo más en el que la memoria sabrá otorgar sus sitios a cada parte e integrante.
“Sí, ya es tiempo”, esta experiencia se termina, un ciclo más de los muchos que componen la vida, y ahí quedan las letras, las palabras y las ideas como irrefutable conciencia de que lo hecho ha sido desde la misma trinchera irrenunciable, la de ser puente y, a la vez, conciencia de un mejor mañana para el bien de la humanidad. Ahora, desde acá, sólo queda darle al tiempo lo que es suyo…