Dudo, luego existo. La virtud del escepticismo

Daniel Rivas Urcelay: Dudo, luego existo. La virtud del escepticismo.

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Continuamente se tacha a los escépticos de negativistas, pesimistas o cerrados de mente. El escéptico, contrario a la creencia generalizada, no es únicamente quien duda de todo, sino el que emprende una exhaustiva búsqueda de la verdad apoyándose en la mayor cantidad de fuentes de información posible antes de emitir un juicio a favor o en contra de alguna hipótesis planteada. Ser escépticos no solo nos permite ser humildes y aceptar que podemos equivocarnos, sino que nos protege de la gran cantidad de información fraudulenta, de ser víctimas de engaños y manipulaciones y, en último caso, de experimentar el ridículo de defender un supuesto engañoso, carente de sentido y sin evidencia sólida.

El pensamiento crítico, que resulta de la práctica del escepticismo, es pensamiento creativo, ya que quien lo desarrolla se encuentra en una búsqueda constante de nuevas fuentes de información, ejercita el debate y la confrontación de ideas y no descarta la posibilidad de cambiar de opinión cuando el argumento contrario es formulado de manera más convincente y con sustento más sólido. Ser escépticos nos permite ser más libres, desprogramar los constructos mentales preestablecidos desde la infancia y empezar a pensar por nosotros mismos.

Quienes viven a base de relatos, fantasías y pensamiento mágico, comúnmente llamados “crédulos”, son incapaces de desarrollar el autoconocimiento y la autocrítica, sostienen y defienden su postura, creencia o ideología “contra viento y marea” aun sin poder (o querer) contrastarla con otras perspectivas, desarrollan una mente autocomplaciente, difunden noticias falsas, alarmistas o basadas en fuentes poco confiables y hasta se ofenden cuando su creencia es debatida con evidencia sólida, o, incluso, cuestionada; pero fundamentalmente son manipulables. Los partidos políticos, organizaciones religiosas y algunas agrupaciones civiles (principalmente las que dicen defender el derecho a la vida o la estructura social de la familia), suelen promover este tipo de pensamiento entre sus seguidores, haciéndoles creer que ejercen su libertad y opinión propia, al mismo tiempo que les imponen diversos dogmas con fines ocultos o perversos.

Hoy nos asombramos por el desarrollo de las vacunas, la llegada del hombre a la luna o el desciframiento del genoma humano, como también soñamos con la cura del cáncer, el fin de la hambruna, la pobreza y la guerra, o con revertir y/o frenar el impacto medioambiental causado por el homo sapiens, así como analizar el rápido avance de la inteligencia artificial y sus posibles efectos en el largo plazo. Ante estos logros y retos de la ciencia, relatos como la existencia de Ovnis y extraterrestres, el terraplanismo y la medicina alternativa, fantasmas y eventos paranormales, así como el creacionismo y el origen del universo por un “diseño inteligente”, palidecen y se han derrumbado ante el escrutinio riguroso del método científico. Lejos de imaginar relatos imposibles en un intento desesperado por darle significado a nuestra existencia, el escepticismo es el primer paso para comenzar a escribir nuestra propia concepción del mundo desde el autoconocimiento. Sugiero al lector empezar cuestionando este mismo artículo y a su autor.

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