Espiritualidad ¿sin religión?

Daniel Rivas Urselay: Espiritualidad ¿sin religión?.

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La iniciativa de un ministro de la SCJN de prohibir la instalación en espacios públicos de nacimientos y figuras alusivas a una religión en particular, así como destinar recursos públicos a la compra de estos elementos, abrió de nuevo el debate acerca de la laicidad del Estado y la libertad de culto, ambos principios garantizados constitucionalmente, así como disfrazar de una especie de “tradición oficial del Estado” las manifestaciones de la religión dominante en el país, producto de la herencia española: el catolicismo. Esto me llevó a reflexionar si es posible prescindir de la religión sin perder las cualidades que aparentemente aporta al individuo y a la comunidad.

En México, ser educado en el catolicismo no es cosa extraña; abandonar la creencia religiosa sí lo es. Todavía más extraña resulta la afirmación de que se puede ejercitar la espiritualidad sin necesidad de afiliarse a ningún culto religioso.

Pero primero tendríamos que aproximarnos a un consenso acerca de lo que hoy entendemos por espiritualidad. Del latín spiritus (soplo), surge el término “espíritu”, y su variante “espiritual” emerge a falta de un mejor adjetivo que defina nuestra capacidad de introspección, reflexión, y diálogo interno, aparte del de consciente. Al espíritu se le han asignado distintas acepciones que van desde ser un símil del alma, hasta sus variantes animistas, fantasmagóricas y, predominantemente, religiosas. Actualmente se sigue creyendo que la espiritualidad es sinónimo de religiosidad y viceversa (una falacia de correlación muy común). Hoy se recomienda alimentar el cuerpo, mediante el ejercicio físico; la mente, a través de la lectura y la reflexión; y el espíritu, a través de la oración. Pero la espiritualidad ha trascendido la simple creencia religiosa. Un ejemplo de esto lo constituye el budismo, que siendo una de las principales religiones en el mundo, ha aportado lo que muchos consideran uno de los mecanismos más efectivos para el autoconocimiento: la meditación. Hoy, millones de personas ejercitan la práctica meditativa budista sin necesidad de adoptar los preceptos religiosos. Diversos gurús aseguran que la meditación aporta los elementos que creíamos exclusivos del culto religioso y que se consideran parte de la espiritualidad: la posibilidad del autoconocimiento, la introspección, la concepción del mundo como una unidad, el sentido de pertenencia y de vida, entre muchos otros. Autores como Erich Fromm aseguran que la religión surge de la necesidad de llenar la sensación de vacío, insignificancia, frustración y soledad del ser humano. Con el paso de los siglos, el estado y el mercado han conseguido reemplazar en gran medida a la religión; el capitalismo y el consumismo se han convertido en las nuevas religiones dominantes a nivel global, y más que nunca la práctica meditativa, aseguran, es un contrapeso para reubicar nuestro lugar en el mundo, recuperar el sentido de vida, ejercitar el autoconocimiento y volver a la vida en comunidad.

En conclusión, la creencia religiosa no garantiza la espiritualidad, entendida como la práctica del autoconocimiento y diálogo interno, y, en cambio, sí se puede ser espiritual sin necesidad de afiliarse a una religión.

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