Los vehículos y la pobreza franciscana

Daniel Uicab Alonzo: Los vehículos y la pobreza franciscana.

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Eran Rambler American, generalmente negros, con matrícula oficial discreta en las portezuelas delanteras. En los años 70 y hasta los 90 fueron los vehículos oficiales que utilizaban los funcionarios de la Secretaría de Marina y los comandantes de zonas y sectores navales de la Armada, que siempre viajaban en el asiento trasero. A los mandos de Infantería de Marina se les asignaba el clásico Jeep.

Ese vehículo VAM Rambler American, producido por la American Motor Corporations o AMC, llegó a ser uno de los modelos que popularizó el auto deportivo en nuestro país. Tenía, en efecto, una discreta línea deportiva. Sirvieron más de dos décadas en la Marina hasta que paulatinamente fueron renovados e incluso comenzó a preferirse el color blanco más característico de la institución naval.

Lo recordamos porque esta semana el Presidente informó que aplicará una segunda fase de la austeridad republicana para avanzar a la “pobreza franciscana” con la reducción del gasto en las dependencias gubernamentales. Citó como ejemplo del ahorro el que en los tres años de su administración no se ha adquirido ningún vehículo para funcionarios, que la camioneta que usa en sus giras tiene 28 mil km recorridos y que se les da mantenimiento a otros autos que fueron desechados con sólo 10 años de antigüedad.

Paradójicamente, en abril de 2020, varios medios revelaron –con datos obtenidos vía CompraNet– que en este sexenio se habían gastado hasta esa fecha 6,443 millones de pesos para el arrendamiento de automóviles, el triple de lo destinado para este fin en comparación con el 2018, último año de gobierno de Enrique Peña Nieto, con 1,932 millones de pesos. Desde luego debió hacerse un análisis de lo que mejor convenía para el erario, pero ¿cuántos vehículos se pudieron adquirir con esos recursos para alquiler?

Por otra parte, la seguridad del Presidente, su gabinete, gobernadores y hasta alcaldes es muy importante, más ahora con tanta violencia en varias zonas del país, ya que durante su desplazamiento pueden ser víctimas de un atentado o quedar en medio del fuego cruzado en un enfrentamiento, como ya ha ocurrido. De ahí la importancia de que cuenten no sólo con vehículos seguros y en perfecto estado mecánico, sino también con un conductor diestro, además de los escoltas que correspondan.

Sin embargo, el uso de automóviles oficiales debe ser exclusivamente para el desempeño del cargo, sus responsabilidades, no para fines particulares, como suelen emplearse incluso aviones y helicópteros y ni el combustible les cuesta. En el sexenio pasado, en abril de 2015, David Korenfeld, entonces director de la Conagua, fue cesado por utilizar una aeronave oficial para trasladarse con su familia de su casa al aeropuerto para viajar a Estados Unidos.

En este contexto se considera que renovar el parque vehicular de funcionarios no debe minimizarse, sí jerarquizar su prioridad; también adquirir unidades para otras tareas, como la seguridad pública, debe ser primordial, pues contribuye a garantizar la paz y tranquilidad de los ciudadanos al tener las policías capacidad de mejor respuesta ante algún ilícito.

Anexo “1”

“El Fal” y “El Bronco”

En algún momento la austeridad ha sido invocada en todos los gobiernos y las fuerzas armadas han dado ejemplo en optimizar los recursos materiales y el equipo, desde luego sin poner en riesgo al personal. Barcos renovados (recibidos por comisiones activadoras) o vehículos confiscados han sido reutilizados en la Armada y el Ejército prolongando su vida útil por varios años gracias al cuidado y mantenimiento constante.

En los años 70, en la entonces compañía de Infantería de Marina No.4, con sede en Guaymas, Sonora, El “Fal” y “El Bronco”, cabo y marinero, respectivamente (y del pie veterano de esa unidad), eran los mecánicos que daban mantenimiento y reparación al comando para transporte de personal, un par de jeeps y alguna camioneta, además de uno que otro vehículo de la zona naval.

En un sitio adaptado, especie de tejabán, desarmaban motores, limpiaban pistones, cambiaban balatas, hacían ajustes y afinaciones, siempre contando chascarrillos y anécdotas vividas en las partidas y destacamentos o situaciones divertidas de los compañeros y de algunos mandos, salpicadas de comentarios chuscos que atraían a la tropa, oficiales y hasta comandantes que participaban de esas charlas un tanto irreverentes y que en ocasiones terminaban albureados pero se marchaban con una sonrisa.

Gracias a sus remedios y reparaciones, los vehículos siempre estaban listos y en primera situación. Recuerdo en particular un jeep muy antiguo al que llamaban “El mounstrito” por su forma más grande que el normal y más tosco (creo que de fabricación alemana); con frecuencia se descomponía y a veces tenían que ir a rescatarlo en la ciudad y remolcarlo a la Compañía, y luego de ser intervenido en el taller del "Fal" volvía a funcionar.

Estos ex compañeros, Jesús Serna Velasco (“El Fal”, no sé si por las siglas del Fusil Automático Ligero) y Jorge Luis Coronado (“El Bronco”, que parecía un vaquero del Viejo Oeste), merecen unos Acaecimientos aparte, pues además de excelentes mecánicos, siempre nos contagiaban su buen humor haciendo más llevadera la rutina en el cuartel.

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