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Se nos repite con frecuencia. Incluso hemos comentado las recomendaciones a las fuerzas armadas. Seguimos viendo casos todos los días, pero como dice el proverbio: “El ser humano no siempre sabe discernir conforme a la razón y por esa causa no aprende de la experiencia y vuelve a equivocarse en una situación semejante”. Y volvimos a caer en las “benditas” y también “malditas” redes sociales.

Por esta tentación de comentar, en este caso un asunto polémico, al pie de foto en una página de Facebook: “Así se aprecia ya la vía del tren maya en el Tramo 4, que va de #Izamal a #Cancún”, escribí: “Y gran devastación forestal”. Bastaron cuatro palabras para opinar lo que se aprecia en la imagen, que los rieles abren brecha en el monte, para que un enjambre de seguidores de la 4T que defienden a ultranza el proyecto lanzara sus dardos (contra mí y otros). Y es que, ante la falta de argumentos para un diálogo respetuoso con quien discierne, crítica o tiene posturas diferentes, los agresores se sienten aludidos y recurren al agravio, al insulto o a la ofensa, porque calificar de forma denigrante es más sencillo que cuestionar o confrontar expositivamente.

En abril de 2016, en unos “Acaecimientos” comentamos que, en la Edad Media, uno de los periodos más oscuros de la historia, se inventaron algunas de las peores máquinas de tortura para provocar sufrimiento. Uno de ellos fue la picota: dos placas de metal o madera entrelazadas con tres orificios, uno para la cabeza y los otros dos para las manos, que se aseguraban con un candado. Era un vergonzoso acto público en el que el pueblo se burlaba del prisionero y le humillaba lanzándole desde frutas o verduras podridas hasta animales muertos o materia fecal. En ocasiones arrojaban objetos contundentes que provocaban heridas mortales o quitaban la vida de la víctima.

Las redes sociales se asemejan a ese instrumento de tortura, pues en el extremo, cuando alguien cae, los modernos linchadores arrojan su lodo desde el anonimato, sin analizar si su víctima es responsable, le niegan el beneficio de la presunción de inocencia y se ensañan con toda clase de vituperios pidiendo que se les queme en la hoguera.

Parece que la justicia se traslada al ciberespacio, donde cualquiera tiene cabida para juzgar y condenar (en Facebook, Twitter, YouTube, etc.) y volver trending topic sus denuestos para quien le enfilaron la proa. Hay incluso en esa comunidad virtual sitios dedicados a buscar infractores de leyes, normas o reglas de urbanidad para exhibirlos en “memes”. ¡Vaya!, hasta un error ortográfico es motivo para hacer escarnio y mofa. ¡Qué pérdida de tiempo!

Por supuesto que regular las redes sociales no es lo deseable, se contrapone con el derecho a la libre expresión, pero sí deberíamos preguntarnos si esta moderna picota del mundo virtual es lo deseable para la comunicación y el intercambio de ideas, y evitar el nuevo enemigo en la red: los ciberataques. No vaya a ser que caigamos... otra vez.

Anexo "1"

Militares en la red

En este contexto, en mayo de 2015, publicamos lo siguiente: 

Casi no vemos a militares navegar en los mares azarosos de Facebook o Twitter, tanto por las características de su profesión como por el poco tiempo del que disponen; pero el Alto Mando no ignora que es una tentación para soldados y marinos, por ello se exhorta a los militares a tener cuidado de lo que publiquen en redes sociales.

Recomienda: no subir fotografías uniformado porque la población asocia a los integrantes del Ejército y Armada con armas; los militares combaten al narcotráfico y los narcos los ven como enemigos; las redes sociales son públicas, aun teniendo un perfil privado; al publicar su ubicación es fácil que lo identifiquen. Invita a reflexionar sobre el tema, ya que las publicaciones no sólo son expuestas por personal militar, sino también por sus familiares que intervienen en ese tejido virtual, pues todo lo que se publica en la red es visto por una gran cantidad de personas y todo está expuesto a comentarios.

Se trata de mantener la imagen de las instituciones en alto, y a las familias con la tranquilidad de vivir seguras en el ambiente que las rodea. Y sigue vigente. 

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