|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Curaba” desde una gripe hasta males hepáticos, pasando por torceduras, empacho de niños, “enfermedades de la mujer” (así se decía antes) y del hombre, reumas y una larga lista de especialidades.

Siempre impecablemente vestido, con bata blanca, estetoscopio al cuello y bolígrafo en un protector de vinil con propaganda de alguna farmacéutica en la bolsa izquierda,  Gonzalo" atendía a recién nacidos, niños, mujeres, hombres y ancianitos en un pequeño consultorio adaptado en el interior de la Farmacia San Juan, ubicada en una esquina de la icónica calle 7 de la colonia Pantitlán, que dividía el entonces Distrito Federal con el Estado de México, a dos calles de la avenida Ignacio Zaragoza. Eran principios de los años 70.

Todos los días, mañana y tarde, había filas de pacientes que esperaban "consultar" con el “doctor Gonzalito” (desde luego que no tenía título), un treintañero que le daba cierto aire a Mauricio Garcés, aunque sin canas. No cobraba la consulta ni aplicación de inyecciones, sólo recetaba las pomadas, ungüentos, desenfrioles y otras medicinas (regalaba incluso muestras médicas) que, a precios bajos, se vendían en esa farmacia atendida por varios jóvenes paisanos de Gonzalo que traía de su pueblo en la sierra de Oaxaca para darles alojamiento y empleo. Por cierto, también lucían impecables (cabello bien recortado, zapatos boleados, filipina blanca) y atendían diligentemente a los clientes.

Tengo para mí que Gonzalo es uno de los precursores de los consultorios anexos en farmacias, que se popularizaron a finales de la década del siglo pasado cuando  irrumpió y acaparó ese nicho de mercado una firma (que sigue liderando este sector) al vender medicamentos similares de uso general a precios muy bajos. Su éxito fue tal que comenzó a ofrecer consultas gratis en un espacio anexo, ahora ya cobra una mínima cantidad.

Entonces, la población de las colonias populares que no tenía "Seguro" comenzó a optar por acudir a estas farmacias para aliviar sus males menores. Se ahorraban el pasaje para ir a la clínica del Issste o IMSS (en caso de ser derechohabientes), además del tiempo de espera, si es que alcanzaban “ficha”, y evitaban los "regaños" (disfrazados de consejos) de parte de médicos, enfermeras y hasta trabajadoras sociales autollamadas "asistentes".

La Asociación Nacional de Farmacias de México (Anafarmex) intentó combatir ese segmento –que fue una gran competencia y le quitó clientes– mediante una "guerra sucia" al argumentar que "no eran lo mismo" las medicinas de patente que las similares. Fueron años de debate y polémica, pero el final, lo puede usted ver hoy: las farmacias de la Anafarmex también abrieron consultorios anexos y también venden medicamentos similares o genéricos “propios”.

Lo recordamos porque, hace unos días, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, aseguró que los consultorios adjuntos a farmacias son un “engaño”, representan un riesgo para la salud y a la vida; que, si acaso, "curaban una pequeña gripe, un dolor de cabeza, una diarrea, un problema de salud de corta duración, pero su objetivo es vender medicinas" y que mejor fuera que desaparecieran.

El que un funcionario del Gobierno Federal de alto nivel (es un decir) diga eso, es porque desconoce las necesidades de la gente, además de que parece ignorar que el Estado mexicano ha sido incapaz de lograr, como lo establece la Constitución, una cobertura total en atención a la salud, antes bien, ha habido un retroceso en este rubro desde la desaparición del Seguro Popular y no se ha concretado el deseo “aspiracionista” de tener en México “un sistema de salud como Noruega o Dinamarca”.

Anexo “1”

Y los médicos de a bordo

Como ya hemos comentado, antes de que la Armada de México contara con su Escuela Médico Naval, creada en 1988, contrataba a egresados de varias universidades. En los buques, generalmente eran pasantes de medicina que cumplían su servicio social recibiendo un sueldo como oficiales (primeros maestres). Conocimos algunos que atendían desde una gripe, hacían circuncisiones y hasta cirugías de urgencia. Menciono algunos de esos "Doc" con los que hicimos un tramo de nuestra travesía.

En nuestro primer barco, un guardacostas con base en Acapulco, en 1973, el médico de a bordo era un jalisciense alto, rubio, de voz grave, que nos cuidaba y asesoraba ante cualquier duda sobre sexualidad, particularmente a los grumetes menores de 18 años. En tierra, el "Doc" desembarcaba para prestar servicio en el entonces sanatorio de la base naval de Icacos o para gestionar las medicinas y material de curación para la Sección Sanitaria del buque. Un buen tipo, bohemio, que llegó a hacer buena amistad con toda la tripulación.

En otra unidad, en 1976, nuestro barco cumplía una orden de operaciones en el Pacífico; la navegación habitual era de cuando menos un mes por el Mar de Cortés o vigilando Isla Tiburón, Sonora. Un día nos enteramos que el oficial de faenas, un joven teniente de corbeta (hoy almirante en retiro) fue confinado en su camarote. Los alimentos se le dejaban en la puerta por un camarero designado exclusivamente para atenderlo, lavarle la ropa de cama y uniformes. Lo dejamos de ver un par de semanas, hasta que arribamos a puerto. Entonces supimos que contrajo hepatitis y, por seguridad de los casi cien elementos de tripulación, el médico a bordo lo puso en “cuarentena”. Nadie resultó contagiado en el barco.

Fue otro acierto de un joven médico egresado del Instituto Politécnico Nacional, el mismo que, en otra ocasión, reimplantó un dedo a un condestable que se lo cercenó durante una maniobra nocturna de atraque en el muelle de Guaymas. El joven doctor de apellido Santiago, de trato cordial y amable, siempre tuvo al cien por ciento la Sección Sanitaria. Cumplido su año de servicios desembarcó hacia nuevos horizontes. Quiero imaginar que sigue ejerciendo exitosamente su profesión.

Lo más leído

skeleton





skeleton