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Cuando en 2018 se anunció el tren maya, escribimos la siguiente evocación en nuestro blog, que viene al caso por el decreto que publicó el pasado lunes el Gobierno Federal para reactivar el servicio de trenes de pasajeros en siete rutas:

En el Porfiriato se consolidó la red ferroviaria del país y en 1908 se creó la empresa Ferrocarriles Nacionales de México, que se nacionalizó en 1937, con Lázaro Cárdenas. Yucatán tenía sus Ferrocarriles Unidos del Sureste, creado en 1902, que realizaba recorridos hasta Coatzacoalcos (Puerto México, también le decían). El tren era entonces el transporte masivo más empleado, por económico, y cubría gran parte del territorio nacional, también hacia el norte.

De niño, en los años 60, viajé con mi familia en tren de México a Mérida. Partía cada noche de la estación de Buenavista, que nunca dormía. Un gran tablero anunciaba las salidas y llegadas; deambulaban a todas horas maquinistas, garroteros y otros auxiliares con sus impecables uniformes como de policías franceses. La locomotora halaba una veintena de vagones de clases pullman, primera y segunda, en esta última viajábamos nosotros (“porque no había tercera”, decía mi padre).

En esos trenes de pasajeros había coches-dormitorio y coches-comedor para quienes podían darse esos lujos. Incluían un vagón para el equipaje y otro para el correo. Recuerdo que viajaba un pelotón de soldados para seguridad de la gente, y en una ocasión vimos que bajaron entre el monte a un hombre al que descubrieron robando entre las maletas, prácticamente se le aplicó la ley fuga.

El viaje a Mérida duraba dos noches y casi dos días, una gran aventura para cualquier niño, pues el ferrocarril pasaba, entre otros lugares, por Pantaco, centro neurálgico de trenes en la periferia de la capital; las cumbres de Maltrata, de Puebla a Veracruz, con varios túneles y en algunos tramos se podían “tocar” las nubes; Tierra Blanca, donde vendían café de olla y arroz con leche para quitar el frío, empanadas, tamalitos y otros antojitos; en Coatzacoalcos, donde ya olía a mar, ofrecían un sabroso pescado frito. En algunas estaciones se podía bajar a comprar estas viandas, pero con el riesgo de perder el tren.

En algunos trayectos veíamos vagones en desuso que se volvieron viviendas y que a su vez formaron comunidades, supongo que de familias de ferrocarrileros; en ocasiones, algunos descarrilamientos o vías en mal estado retrasaban por horas o días la travesía. Se trasbordaba en Coatzacoalcos al Ferrocarril del Sureste.

El arribo a Mérida era por la mañana atravesando calles cercanas al centro, la gente salía a ver la llegada del tren hasta que ingresaba a la terminal, ahora sede de la Universidad de Artes de Yucatán, en la zona donde se encuentra el recién inaugurado Gran Parque de “La Plancha”. Ahí llegaban los coches de caballo (calesas) que la gente abordaba para ir a casa.

¿Por qué en México se nos fue el tren?, me preguntaba ese agosto de 2018, y ahora me cuestiono si será viable reactivar el servicio de pasajeros. No se necesita ser experto para saber que este nuevo proyecto demorará muchos años, si se llega a encarrilar.

Anexo “1”

 El último viaje

Mi último viaje en tren lo realicé de México a Veracruz en la primavera de 1973, junto con cuatro compañeros, más para incorporarnos a la Escuela de Grumetes en el Centro de Capacitación de la Armada de México, tras causar alta el 11 de abril de ese año. Así, mi travesía en la Marina inició con un viaje en tren.

Todavía algunos años más (antes de que el entonces presidente Ernesto Zedillo decidiera la privatización en 1995), la Armada utilizaba el ferrocarril para el traslado de su personal a los desfiles en la Ciudad de México, incluso era el medio de transporte que se daba a los marinos y sus familias cuando eran cambiados de adscripción (si estaba el destino en ruta del tren).

En el verano de 1981 estuve a punto de viajar en el tren Chihuahua-Pacífico, de Empalme (Sonora) a la Ciudad de México, pero los lugares estaban agotados, así de rentable era esa ruta. Ahora, no sabemos si es viable su reactivación, quizá será otro proyecto fallido, como aquel “tren bala” de Ivonne Ortega Pacheco (anunciado en 2007), que iba a conectar a Mérida con Cancún, cuyo estudio costó mucho dinero y ni un durmiente se colocó.

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