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El 4 de septiembre de 1969, el presidente Gustavo Díaz Ordaz inauguró la primera línea del Sistema de Transporte Colectivo Metro en la Ciudad de México. Ese día, el “gusano naranja” comenzó a dar servicio en 16 estaciones, desde Zaragoza (“El Caballito”) en el oriente, hasta Chapultepec, en el poniente. “En 10 minutos llegamos a Chapultepec”, decía mi padre entusiasmado. Lo abordábamos (previa llegada desde Pantitlán en un camión de los llamados “chimecos”) en “El Caballito”. Tres años antes, el 29 de mayo de 1966, el mismo mandatario inauguró el estadio Azteca y se jugó un partido entre América y Torino, que terminó con empate a dos goles.

Era yo un niño y empezaba a darme cuenta de estas grandes obras que se inauguraban con bombo y platillos para destacar acciones de Gobierno. Así, los cambios vertiginosos en el siglo pasado quedaban en la memoria colectiva con los cortes de listón enmarcados por solmenes y fastuosas celebraciones. Eso sí, se entregaban funcionando al cien por ciento y comenzaban a operar el mismo día en que se develaba la placa con letras de bronce en relieve que por entonces se acostumbraba.

Pero, comenzó a cambiar esa costumbre, pues ahora se inauguran obras sin terminar. Y no es que sólo les falte una “manita de gato”, sino un buen porcentaje para entrar en operación o brindar el servicio para el que son destinadas. Porque no se “bautiza” un nuevo barco si no está en condiciones de hacerse a la mar; no se debe abrir una escuela si no tiene sus salones, todo el mobiliario y equipo y personal que se requiere para atender al alumnado; tampoco se debe dar el “banderazo” en una carretera que no esté bien asfaltada y señalizada. Bueno, pues ahora sí.

Esa premura por “entregar al pueblo” algunas obras ha dejado en evidencia a algunos mandatarios. Dos ejemplos: el 16 mayo de 2006, Vicente Fox inauguró la Biblioteca Vasconcelos, un “majestuoso recinto del saber y del leer”; poco después tuvo que cerrar debido a que tenía goteras que ponían en riesgo el acervo; para la reparación se requirieron 22 millones de pesos (mdp) más y 20 meses. En octubre de 2012, Felipe Calderón y Marcelo Ebrard (entonces Jefe de Gobierno del DF) inauguraron la línea 12 del metro; semanas antes se detectaron desgastes anormales en rieles de dos curvas del tramo elevado y se hicieron reparaciones; en mayo del 2021, una viga se venció entre las estaciones Olivos y Tezonco, dejó 26 muertos y un centenar de heridos.

Como muchos, no entendemos esa urgencia de los políticos por los “cortes de listón”, pues incluso se justifica en los actos solemnes, que “llevan X porcentaje de avance” y están próximos a entrar en operación. Sin considerar que hay alguna infraestructura que debe probarse cierto tiempo, tanto para verificar su óptimo rendimiento como, ojo, la seguridad de los usuarios, de lo contrario, habrá que detener la operatividad para hacer ajustes y corregir fallas, como ocurrió con el famoso tren maya. Lo malo de esta mala práctica es que se va copiando, no sé si en China, pero aquí sí.

Anexo “1”

Mudanzas navales

Una tarde del verano de 1973, de pronto vimos a los segundos maestres (sargentos primeros) cargando mesa-bancos, escritorios, taquillas (lockers) y sus objetos personales. Dejaban el histórico edificio del Centro de Capacitación (Cencap) de la Armada, ubicado en Mariano Arista y Landero y Coss, en el puerto de Veracruz, que por entonces albergaba las escuelas Escala de Mar, de Clases, de Maestranza y de Grumetes (aquí estábamos entonces), y que antes fue sede de la Heroica Escuela Naval, hasta 1952 en que se trasladó a Antón Lizardo.

La de 1973 fue la Generación que estrenó ese edificio. Los futuros oficiales se cambiaron a uno nuevo y moderno ubicado frente al recién inaugurado Hospital Naval (que antes era Sanatorio en Cencap y se volvió el dormitorio "Carlos Castillo Bretón") en la calle General Figueroa con Francisco Canal, su parte posterior daba al malecón del puerto. Tan modernas y espaciosas eran las instalaciones, que alojó incluso a estudiantes de las escuelas de Intendencia Naval (provenientes del edificio de Primero de Mayo) y de Enfermería Naval, recién creada en 1972.

Hoy, ninguno de los plantes mencionados está ahí, porque, con los años y el desarrollo de la Marina, la educación naval ha dado grandes saltos y actualmente su Universidad Naval, las escuelas de formación y capacitación tienen instalaciones de primer nivel, principalmente en Ciudad de México y en Veracruz.

El caso es que, cuando se realizaron esas mudanzas, las instalaciones estaban concluidas, funcionales… y siguen ahí, ahora destinados a otros fines (como el Museo Naval), pero operando.

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