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Hoy inician las campañas políticas para renovar más de 20 mil cargos de elección en el país, comenzando por el Presidente de la República. En algunos estados, como Yucatán, se renueva a los 106 alcaldes, diputados locales, federales y senadores. Histórico, se le ha llamado a este proceso, y lo es por muchas razones que le anteceden y por lo que viene, además del lamentable entorno de violencia que se vive en varias regiones de nuestro país.

En realidad, desde hace varios meses arrancaron las campañas, echadas a andar con el prefijo “pre”, e incluso ya hay encuestas, tendencias, datos, cifras, porcentajes, con las que inician hoy tres meses de saturación en los medios de comunicación y en el ciberespacio, de mensajes y promesas de los candidatos, que vuelven a darnos la esperanza de que, ahora sí, vendrá un cambio verdadero, un giro de 180 grados, para lograr el país que queremos.

Hace 14 años, escribí lo que viví siendo un niño, en ciudad Nezahualcóyotl, entre 1969 y 1970. Era día de elecciones. En una esquina de la avenida José del Pilar de la colonia Juárez Pantitlán; a las puertas de una fábrica de carriolas se instaló la casilla para votaciones. El candidato del partido oficial a Presidente Municipal era un hombre de apellido Barquín. Ahí, en una soleada mañana de julio, un hombre rellenaba con votos la urna, pero ni los “representantes” de la casilla ni alguno de los pocos ciudadanos que asistía a sufragar protestaban. Eran los tiempos en que se escuchaba la frase “para qué votamos si ya sabemos quién va a ganar. A mi corta edad no entendía bien a bien los términos “carro completo”, “operación carrusel”, “ratón loco” y otros eufemismos con los que se daba a entender las trampas de que se valía el partido en el poder. Por supuesto, no existía el IFE (ahora INE), las elecciones las organizaba el Gobierno, de ahí que era predecible la victoria de sus candidatos...

Ahora es diferente, el Instituto Nacional Electoral (INE) organiza y lleva a cabo las elecciones, dio a los partidos mayores prerrogativas y a los ciudadanos el poder participar en el proceso, contar los sufragios, vigilar la jornada electoral –incluso lo hacen representantes de otras naciones–. En suma, hay una mayor transparencia y legalidad, con sus asegunes. Si hay inconformidades, se pueden dirimir ante tribunales electorales y otras instancias, aunque hay políticos que no saben perder y que, por lo mismo, nunca disfrutan una victoria.

Hay que confiar en el proceso, ya sea que gane o pierda el partido, candidato (a) o alianza de nuestra preferencia, debemos participar haciendo a un lado nuestras diferencias, de cualquier índole. La construcción de la democracia ha costado muchos años de lucha en el ámbito legislativo, ahora los ciudadanos decidimos y hacemos valer nuestra decisión. Esto deben saberlo las nuevas generaciones para que tomen en serio ejercer su derecho al voto y hacer sinergia pensando siempre en un mejor país y un mejor futuro para todos.

Anexo “1”

Para mandar y obedecer

Una de las máximas en las fuerzas armadas es “mandará mejor quien mejor sepa obedecer”, establecida en los primeros artículos de los reglamentos de Deberes Militares del Ejército y la Armada. No es, sin embargo, una obediencia ciega, sino con un objetivo claro: prepara para el ejercicio del mando al ir escalando las diversas jerarquías. En las escuelas militares y navales, por ejemplo, los cadetes llevan en su carrera esta formación, se les enseña a mandar, pero antes, a obedecer.

En las escuelas de tropas, como las de Escala de Mar en la Marina, todos los cursantes, en sus diversas etapas, llevan la materia de Leyes y Reglamentos. En los barcos, antes del izamiento de bandera –que se realiza todos los días estando en puerto– se lee a la marinería, formada en la popa, algún artículo del Código de Justicia Militar, de la Ley de Disciplina u otra norma, para no olvidar, y siempre tener presente el apego de nuestra conducta a esos lineamientos.

En la política y en la función pública debe ser lo mismo, el respeto a la legislación debe caminar en paralelo para actuar en consecuencia y asumir la responsabilidad del cargo. Deben conocer los alcances de la Constitución, las leyes, códigos, reglamentos y otras normas, quienes ejerzan un cargo público, desde el más encumbrado hasta el más modesto empleado en la burocracia, para entender que nadie está por encima de la ley, ni el titular del Ejecutivo.

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