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Ya hemos comentado que el uso y abuso del poder ha estado presente en todas las épocas y con diferente ropaje. Suele implicar una situación de dominio y principalmente lo percibimos en gobernantes y políticos, tanto al ejercer un cargo, como en época electoral. Es simple: se transgreden los límites de la ética cuando las acciones de alguien se orientan hacia el beneficio propio en perjuicio de otros. Estas conductas no son privativas de civiles, también se dan en las fuerzas armadas; hasta los años ochenta, los jefes eran amos y señores en barcos, unidades o cuarteles, más allá de las facultades que les confería el cargo o mando.

En esos tiempos, en la Armada y el Ejército era común que, de oficiales para arriba, utilizaran a la tropa como asistentes o para realizar trabajos en sus domicilios; disponían de personal, material y equipo a su arbitrio y utilizaban vehículos oficiales como si fueran propios –esto sigue ocurriendo en dependencias de Gobierno, desde el funcionario de más alto rango hasta el secretario del secretario–. Esto no sólo era tolerado por los mandos, sino incluso alentado. Parecía que esto había cambiado. Porque ya sea en el ámbito civil, privado o militar, a la mayoría indigna los casos de corrupción, el abuso de poder, nepotismo, tráfico de influencias o enriquecimiento ilícito de algunos jefes (o empleados), funcionarios y políticos; más cuando este abuso de poder lo replican sus familiares, que se sienten facultados para hacer uso de privilegios que no les corresponden.

Hemos comentado, desde 2015 (caso David Korenfeld, ex titular de la Conagua) varios casos que ha documentado Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad. De los actuales, la reacción del Ejecutivo al cuestionársele al respecto, lejos de pedirle cuentas al implicado, desmentir u ofrecer indagar acerca de esa información, ha sido: “A lo mejor sí ¿y qué?, ¿cuál es el problema?” o minimizarlo.

En este contexto, el pasado miércoles una periodista fue despedida porque se le exhibió en la conferencia matutina como participante de un grupo –se dijo que lo administra– en redes sociales contrario al Gobierno de la 4T. Un día después, se exhibieron las deudas al fisco de un empresario, ¡por el jefe del SAT! Más allá de la responsabilidad del empresario, se debe considerar que estos problemas fiscales deben ventilarse dentro del marco de derecho y con cierta secrecía, un derecho, por cierto, que a todos los mexicanos nos asiste. Imagínese que en una escuela se publique en el pizarrón de avisos una lista de los padres deudores de las colegiaturas de sus hijos, que ha sucedido.

Lo justo en este tipo de asuntos sería imponer un handicap a quien ejerza el poder, para igualar circunstancias en una controversia que se ventile públicamente, para el “derecho de réplica”, pero lo ideal es que se deje a la autoridad competente hacer su trabajo y dirimir los problemas en el marco de la ley. Que no se argumente que “no es nada personal” y se presuma honestidad para unos asuntos y no para otros.

Anexo “1”

La fuerza moral

Nunca olvido mis lecturas sobre el ejercicio del mando, los valores y ética que deben prevalecer en la milicia. Al respecto, hemos escrito en otras colaboraciones lo siguiente:

Sobre los ejes de conducta que deben pulir quienes son llamados a ser líderes en las fuerzas armadas, hay un famoso discurso titulado “Conoce a tus hombres, conócete a ti mismo”, del mayor C.A. Bach, del Ejército de Estados Unido,que dirigió a un grupo de oficiales que terminaban su entrenamiento en el Fuerte Sheridan, en el año de 1917. Fue publicado en la Revista Proceedings, del mes de abril de ese año. Cito aquí un párrafo de la traducción que hizo el entonces capitán de fragata de la Armada de México, Hugo Acosta Aguilar, en el número 43 (abril 1984) de la Revista del Centro de Estudios superiores Navales.

“El tercer elemento para alcanzar la autoridad es la fuerza moral. Para ejercerla has de vivir limpiamente, debes tener la capacidad de reconocer lo que es correcto de lo que no es, y la voluntad de hacer lo correcto”.

Y siempre rubrico con el lema de la Heroica Escuela Naval Militar: “El que ha de reprender debe ser irreprensible”.

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