Días de guardar… y de operativos

Daniel Uicab Alonzo: Días de guardar… y de operativos.

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Todos los que pertenecemos a la Armada (en activo, situación de retiro o ya de baja) participamos en alguna Operación Salvavidas que cada año por estas fechas realiza la Marina en ambos litorales del país, para reforzar la vigilancia coadyuvando con las autoridades estatales y municipales, con el fin de evitar ilícitos, y principalmente salvaguardar la vida de los vacacionistas que acuden a los destinos de playa, y desde hace unos años, en las principales ciudades.

El personal naval sabe que las vacaciones, licencias y permisos se restringen en este periodo de asueto –salvo alguna emergencia, desde luego–, es decir, sólo los civiles lo disfrutan. Con al menos un par de meses de anticipación se designa a quienes fungirán como salvavidas, el personal médico y de enfermería, los infantes de Marina que realizarán vigilancia, radio-operadores, el buque y/o embarcaciones menores que desde el mar cuidarán a los bañistas y los helicópteros que lo harán desde el aire y todo lo necesario para este operativo.

Y comienzan los preparativos de toda esta logística: uniformes, playeras, chalecos salvavidas, casas de campaña y señalización; se refuerza la capacitación en primeros auxilios, se ubican los sitios estratégicos con mayor afluencia de vacacionistas y turistas, lugares para estacionar ambulancias y otros vehículos para transporte y se definen las rutas más rápidas para la evacuación de algún herido vía terrestre o aérea.

Contra lo que pudiera pensarse, la gran mayoría del personal de capitanes, oficiales, clases y marinería que integran el operativo lo hacen con gusto y se vive una gran camaradería entre los que forman los grupos: personal de sanidad naval, los de tierra adscritos a zonas o sectores navales, infantes, embarcados y, en algunos lugares, los de aeronáutica naval. Siempre hay una gran coordinación para atender algún incidente o situación de emergencia que involucre a varios.

Por lo general, desayunan más temprano que de costumbre porque parten muy temprano hacia los sitios ubicados estratégicamente para brindar apoyo requerido; el “rancho” del mediodía, a veces consiste en un par de tortas, fruta y agua o refresco. Pocas veces se distribuyen los alimentos que se preparan en los comedores, esto por cuestiones prácticas. No obstante, las actividades se realizan cotidianamente en los mandos territoriales, hospitales y enfermerías navales, batallones de Infantería de Marina, buques y unidades aeronavales.

El personal se retira después del ocaso, pero su labor no termina aún. Los que están al mando llegan a elaborar el parte de novedades; los de sanidad, a preparar su botiquín y todo lo necesario para la jornada siguiente; los salvavidas y los de vigilancia, a entregar equipo e impedimenta, y los buques y embarcaciones, a las maniobras de atraque y dejar todo a son de mar para zarpar al día siguiente.

Así transcurren esas dos semanas de la temporada vacacional, que para algunos son días de guardar, para otros, de descanso, y para los marinos de cumplir con la misión que les corresponde… en la tierra, en el aire o en la mar.

Anexo “1”

El tren: surrealismo hecho realidad

El 14 de julio del año pasado escribimos: “(…) Algo de ese surrealismo ocurrió el pasado fin de semana cuando se dio el “banderazo” al tren maya. El paisaje y la presencia en un páramo del Caribe mexicano (así lo abandonaron tras talar millas de árboles y selva) de funcionarios comparsa nos hizo recordar el cuento “El Guardagujas” (Juan José Arreola), donde un forastero llega a una estación desierta, a la hora exacta en que su tren debe partir a “T”, su destino, pero tal vez esto no esté lejos o su destino sea otro. Con el “empujón” (literalmente) al primer vagón del tren maya en Quintana Roo, para que avanzara unos metros y los participantes dieran banderazos en ese “momento estelar” (AMLO dixit), de plano se pasaron de surrealistas (https://n9.cl/xfef0).

El descarrilamiento de un vagón del tren maya cerca de la estación de Tixkokob, refleja las prisas por echarlo a andar, sin concluir y sin haberse realizado todas las pruebas necesarias para garantizar su operación y, sobre todo, la seguridad de los viajeros.

Tienen razón las voces que exigen una investigación a fondo y ya comenzaron a salir a la luz informes de que se avisó a tiempo de algunas fallas, y reportajes acerca de la omisión, negligencia y corrupción durante su construcción, que aún no finaliza. No se investiga nada de eso. Nadie asume responsabilidades. Sólo se buscan culpables. Nadie desea que una obra se venga abajo, sobre todo cuando ha costado muchísimo dinero, pero primero está la seguridad.

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